La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Juan Vergara nació en Huauchinango hace medio siglo.

Su padre, cómo olvidarlo, era don Melquiades Vergara.

Estudió Contaduría Pública en la BUAP y un día desapareció de Huauchinango.

Nadie lo volvió a ver.

Los años pasaron.

Un día Juan regresó con ganas de vivir en su pueblo.

Quería ser presidente municipal.

Empezó una precampaña singular al interior del PRI.

Sus compañeros de partido –salvo excepciones– lo vieron con desconfianza.

No entendían cómo un empresario exitoso quería ser alcalde de su pueblo.

Juan subió y bajó, creó una Fundación –que aún existe–, pero se topó con las espaldas priistas.

En ese ir y venir trascendieron muchas cosas: que era socio y amigos del exgobernador Joaquín Hendricks, y que la fortuna era su aliada natural en Cancún, Quintana Roo.

Hoy, Juan Vergara acaba de ser presentado por Carlos Joaquín, gobernador electo de Quintana Roo, como su coordinador en el área de Finanzas durante el periodo de transición.

En otras palabras, le tocará recibir dos secretarías: la de Finanzas y la Contraloría.

¿Qué estarán pensando los priistas que lo bloquearon cuando lean estas líneas?

Pago por ver.

Nota bene: en la lista del equipo de transición no encontré los nombres de Eduardo Rivera Pérez y de Rafael Micalco.

Y los busqué con lupa.

Y es que sus promotores poblanos juraron que estarían al lado del gobernador electo ahora que se dieran a conocer los nombres del equipo de transición.

Incluso hubo quien escribió que el exalcalde de Puebla sería el coordinador general en esta historia, una vez que Carlos Joaquín ganó las elecciones gracias a Lalo y a Micalco.

(Risas grabadas).

No fue así.

Pena ajena.

Ya será para la otra.


La Envidia y la Tiña

Una vez que trascendió el nombramiento de Gerardo Islas Maldonado como secretario de Desarrollo Social de la administración de Rafael Moreno Valle afloró uno de los pecados capitales que tan comúnmente aparece en estos casos: la envidia.

Cuando los españoles llegaron a estas tierras trajeron, entre otras cosas, los caballos, las enfermedades venéreas y la envidia.

Octavio Paz tiene páginas brillantes sobre este tema.

Y es que él mismo fue víctima propicia de la envidia de algunos intelectuales y políticos mexicanos.

Gerardo tiene treintaiún años de edad y es desde ahora el más joven secretario de Desarrollo Social del país.

Es dueño también de una tenacidad a prueba de balas.

Los que lo envidian hoy son los mismos que lo envidiaron en el pasado: cuando Gerardo era invitado permanente del cantante Luis Miguel.

Sus críticos de siempre no le perdonan el éxito que lo ha acompañado en los negocios, la política y la vida social.

Lo detestan porque él es todo lo que ellos no son.

Un caso, sí, para el diván.

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