La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Juan Carlos Lastiri, subsecretario de la SEDATU con Sede Permanente en Puebla, se abrió de capa frente al patético Grupo Plural —también llamado Grupo Alcántara de Interés— y admitió tres cosas:

Que sí quiere ser gobernador de Puebla en 2018, que Jorge Estefan Chidiac es un “multiusos” que debe irse de la dirigencia estatal del PRI y que sería “inmoral” que Blanca Alcalá quiera volver a ser candidata de su partido a Casa Puebla.

Por supuesto —faltaba más, faltaba menos—, los integrantes del Grupo Plural estuvieron de acuerdo en los tres puntos y se pusieron a sus órdenes para lo que se ofrezca.

Dicho encuentro ocurrió el sábado anterior en el Centro Mexicano Libanés.

Ahí, tras un almuerzo vasto pagado con recursos de la SEDATU, quienes se sientes jueces del partidazo plantearon —a través de su líder, Jaime Alcántara— que llamarán a cuentas a Rocío García Olmedo y al secretario de Elecciones en aras de que expliquen por qué perdió el partido el 5 de junio pasado.

Armando Díaz Arteaga también estuvo de acuerdo —y con él sus compañeros— en que Estefan Chidiac no debe estar un minuto más al frente del PRI en el estado.
Antes de eso, Lastiri había hecho esta reflexión:

“Estefan no atiende ni una cosa ni la otra. Es un multiusos. Ni es diputado federal ni es presidente del PRI. Tiene que irse para dejar en su lugar a alguien que sí haga el trabajo que él no hace”.

Manchadas algunas corbatas de huevos rancheros, los miembros del Grupo Plural se entusiasmaron y casi ovacionan al susodicho.

Idéntica actitud asumieron cuando éste se le fue encima a Blanca Alcalá y cuando anunció su interés por llegar a Casa Puebla.

Sabedor de que los tenía en un puño, Lastiri los invitó a sumarse a su proyecto y a integrarlos en varias delegaciones federales en fecha próxima.

Cosa curiosa: este mismo Grupo Plural se reunió antes, en diferentes fechas, con quienes el sábado resultaron crucificados: Blanca Alcalá y Jorge Estefan.

Y también a ellos les juraron una lealtad eterna, tan eterna como las manchas de salsa roja en sus corbatas de tres pesos.

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