La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Desde hace décadas, los alemanes aman las películas del Santo, el Enmascarado de Plata.

El quintacolumnista no entendía por qué.

Los alemanes aman también a las mujeres mexicanas y gustan de la música ranchera.

Nuevos enigmas para los herederos de Weber, Marx y Hegel.

Emilio García Riera, gran crítico cinematográfico, decía que la industria del cine mexicano dependía en mayor medida del Santo y sus inolvidables películas.

Y es que el mercado alemán las consumía tiro por viaje.

La historia que leerá el hipócrita lector le dará muchas luces sobre el nuevo espíritu alemán.

Y es que hay ejecutivos de Audi que actúan como los caciques de “Allá en el rancho grande”.

Un altísimo ejecutivo alemán ligado a la filial de Audi México quería que su amante —Andrea, una alemana bien dotada físicamente— cobrara y trabajara muy cerca de él.

Entonces instruyó al célebre Mattias Rust, vicepresidente de Recursos Humanos, para que la contratara.

(Hay que decir que “Andrea” trabaja hasta hoy en Volkswagen Instituto y en el pasado reciente —gracias a los buenos oficios de su poderoso amante— vendió, con sobrecosto, varios cursos de capacitación —llamados “Couching car”— a la citada Audi México).

Mattias Rust se negó a contratar a Andrea y eso provocó la furia del alto, altísimo, ejecutivo teutón, por lo que éste empezó a idear algo parecido a la caza del jabalí.

Con un agregado: la víctima sería el vicepresidente de Recursos Humanos.

La oportunidad para tomar venganza llegó cuando fue contratado el chofer escolta de Rust, de nombre Jorge, quien ya trabajaba con él contratado por una outsourcing.

Con base en un acuerdo de Audi México, todos los choferes en esa situación tenían que ser contratados por la empresa alemana, pero cuando Jorge estaba por firmar dicho contrato sobrevino un accidente y terminó en un hospital.

Cinco días después estampó su firma en el documento requerido estando el tema en los cauces legales.

El altísimo ejecutivo tomó como pretexto ese incidente e inició su propia caza del jabalí.

Puso, de entrada, al Departamento de Revisión de Volkswagen de México a realizar investigaciones que violaban abiertamente los derechos humanos y laborales de Rust y sus subordinados.

Después de 50 días de acoso, el altísimo ejecutivo dio de baja a Mattias Rust y a todo su cuerpo directivo de las áreas de Recursos Humanos, Operaciones, Servicios Médicos y Relaciones Laborales.

Todos éstos, por cierto, de nacionalidad mexicana.

Antes de que viniera el cese masivo, y enterado ya de la situación, el diputado Leobardo Soto, dirigente de la CTM en Puebla, se quiso sumar a la caza del jabalí.

Su estrategia fue una:

Para lavar algunos de sus pecados de no reportar las cuotas sindicales a su jefe Carlos Aceves, creó la versión de un supuesto desvío de dichas cuotas, que provocaría la salida del director de Relaciones Laborales, con quien ya tenía severos conflictos.

Leobardo Soto se convirtió de facto en el vocero de Audi México y salió a pedir las cabezas de los ejecutivos que estaban por caer.

La historia bien vale una cerveza alemana.

Y si el hipócrita lector lo permite, mañana continuamos con la saga.

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