La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Para ser gobernador hay que parecerlo.

Tony Gali Fayad ya lo parece.

Si camina como gobernador y habla como gobernador, es gobernador.

Se dice fácil.

No es sencillo.

La historia reciente está llena de gente que nunca aprendió a meterse en su cargo.

Gente que padeció la investidura y que quería salir corriendo de ella.

O gente que se metió tanto en el traje, que terminó reventándolo en su toma de posesión.

Un clásico poblano —Mario Marín Torres— se creyó gobernador antes de tiempo y compró un periódico, varios columnistas y un empresario de medios que hoy tiene como hobbies la caza de animales en África y una clínica de diálisis.

Cuando Marín rindió protesta, sus voceros dijeron que había nacido el “Benito Juárez poblano”.

(Si Juárez no hubiera muerto habría presentado una moción de orden).

Alcoholizados todos —Marín y sus vasallos—, llegaron al primer año de gobierno.

Vino entonces la cruda que los metió en la peor pesadilla de su historia.

Fue entonces cuando nuestro personaje quiso romper el corsé que lo tenía atado.

Demasiado tarde.

Todos los días, entonces, se refugió en dos puntos:

Las giras en las comunidades más lejanas y las tardes de humo y alcohol en Casa Puebla.

Mataba la tarde como matar la investidura.

Y así se le fueron los años.

Fue víctima de lo que tanto presumió: su autoritarismo juarista.

(Hoy sólo sus antiguos vasallos le hacen fiesta. Y hasta lo justifican).

Marín ya no quería ser gobernador: quería escapar de su fantasma.

No lo logró:

Hoy es uno de los mayores parias de este país.

El caso opuesto fue el de Mariano González, gobernador de Tlaxcala.

Apenas rindió protesta, su hijo del mismo nombre —hijo de Sor Yeyé— tomó posesión del cargo.

El síndrome Garnier se fue a vivir al estado más modesto de México.

El junior manejó lo que el padre no quiso o no pudo.

Los negocios los hizo Marianito.

A su padre le dejó los toros de lidia y el alcohol diurno y nocturno.

Así le fue a Tlaxcala en estos años.

Una vergüenza.

Durante la celebración del primer aniversario de 24 Horas Puebla, Tony Gali empezó a mostrar lo que se requiere en toda transición: carácter y ganas de ser gobernador.

Su mandato no será tan largo como el acostumbrado.

No parece importarle.

Si en un tiempo similar cambió junto con Rafael Moreno Valle el rostro de la ciudad de Puebla, lo que viene lo podrá hacer con el concurso de todos los alcaldes.

Habla como gobernador.

Camina como gobernador.

Y además conecta con su auditorio.

La noche del martes quedó claro.

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