Sofía invita a Mariano a disfrutar en la cama de la suculenta checa Alina, con lo que la candente reunión llega a su clímax

 

Lo Que El Facebook Se Llevó

Por Alejandra Gómez Macchia

El trabajo sucio iba muy adelantado.

Alina captó perfectamente el mensaje: tendríamos una fiesta larga y divertida por el resto de la noche.

Sus pies eran tersos y tibios. No me sorprendió en lo absoluto que después de embeberme en ellos por un buen rato, reaccionara dócil y cooperativa para lo que iba a seguir.

Nath, mucho más renuente, se fue a servir ginebra a la cocina y se puso a husmear en los cajones de Miranda. Abrió las latas caducas de angulas y las sirvió en un platito. Llevó la botana a la mesa de centro de la sala en donde Mariano comenzaba a sentir los estragos de haber bebido como cosaco después de 15 años de abstinencia. Pero eso no importaba. Lo que estaba viendo bien podría servirle como paliativo de la cruda que ya se veía venir.

—¡Hey, Mariano! Nunca nos dijiste que lo que querías era un servicio completo. No veníamos preparadas, dijo Nath.

—No pasa nada, amigo –terció Alina– Nath está un poco amargada desde hace unos meses porque su novio el senador le recortó el “recurso”, como él dice. ¿Sabes? Llegó una nueva chica asiática que le dio baje a nuestra texanita con su benefactor.

—Es porque está muy joven. Esos cerdos nada más ven carne fresca y se le van encima en manada. Alfredo no me va a dejar de apoyar. No, no. Eso lo ha hecho muchas veces, pero siempre regresa.

Temía que la diversión se viera opacada nuevamente por los chismes de congal, así que tuve que poner un alto. Abrí una nueva botella de vino y me serví un trago. Acto seguido, caminé hacia el sillón y jalé a Alina. La puse justo entre Mariano y yo, y me dediqué a explorar su anatomía.

Nath parecía celosa de su compañera. A mí me lanzaba unos ojos de pistola cada vez que volteaba a verla.

—Esto te va a salir caro, Mariano. Nos llamas para venir a verte en una visita informal y resulta que acá, la caliente de tu amiga, quiere show lésbico y toda la cosa. Sabes que eso no es mi fuerte.

—Nadie te está invitando, Nath. –al fin me atreví a confrontarla– Si te das cuenta el asunto va con Alina y no se ha quejado una sola vez. ¿O te molesta, querida?

—No, no. Me parece encantadora la situación. Sofía es muy divertida. Cuéntanos, Sofía, ¿eres gay?

—No. Me gustan los hombres, pero no tengo ningún problema en pasármelo bien. Mariano las llamó por algo que, cierto, no era precisamente una fiesta de té. Como saben nuestro amigo lo ha pasado mal últimamente y acudió a mí (y a ustedes) para alivianar sus penas. ¿No es así, Mariano?

—Exactamente. Carajo, Nath, nunca te habías puesto tan rejega. Mira, si es por un tema de pesos y centavos ni te apures. Por dinero no paramos. Y si no le quieres entrar con mi amiga, vale madres, aquí estoy yo, ¿o qué, estoy pintado?

—No es eso, Marianito. Yo sé que acabas de salir de hospital y no tienes ni la fuerza ni siquiera el permiso para coger, ¿o sí?

Lo que le molestaba a la gringuita era mi presencia. Eso lo pude notar desde que entraron. En dos minutos supe traducir por su actitud que era una de esas putas que intentan presumir una especie de código moral en sus tiempos muertos. Según ella, no iba a chambear, ¡así que estábamos frente a un problema de ética! Qué absurdo.

Estaba a punto de responderle y echarla por su pedantería. Sé que a Mariano en el fondo le hubiera importado muy poco que corriera a una chava que generalmente fingía los orgasmos con tal de bajarle el dinero a los pobres viejitos, pero Alina, la sensual y caballona Alina, tuvo el olfato para presentir la catástrofe…

Se levantó de un golpe, me tomó del brazo y me llevó como un dócil rehén hacia la recamara de visitas.

Cinco minutos más tarde se escuchó un portazo. La gringa nefasta se había ido. Mariano abrió la puerta lentamente haciéndola crujir. Un rayo de luz proveniente de la sala fue trepando por la pared que daba a la cabecera de la cama, en donde Alina y yo nos besábamos con un arrebato encendido que pocas veces he experimentado con un hombre.

La reunión llegaba a su punto más álgido.

Yo le estiré la mano a Mariano invitándolo a pasar hacia la última fiesta de su vida.

 

(Continuará)

 

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