Bitácora

Por Pascal Beltrán del Río

Desde que ganó, el año pasado, la elección interna para ser jefe nacional de su partido, Ricardo Anaya emprendió lo que muchos de sus correligionarios creen que es una estrategia para darse a conocer ante la opinión pública y posicionarse como aspirante a la candidatura presidencial de PAN en 2018.

Anaya nunca ha aceptado que tenga tal pretensión pero muchos panistas ven en el uso personal que ha hecho de los spotsinstitucionales del partido una señal clara de que quiere ser el primero en brincar directamente de la jefatura nacional del blanquiazul a la candidatura a la Presidencia de la República.

Hasta hoy el único que ha dado algo parecido a tal salto es el michoacano José González Torres, quien lideró el partido entre 1959 y 1962, y luego fue, en 1964, candidato presidencial. Pero esos eran otros tiempos.

De los 23 panistas que han sido líder nacional, desde la fundación del partido en 1939, solamente dos han sido candidatos presidenciales después de haber encabezado la organización: el ya mencionado González Torres y Felipe Calderón, quien fue postulado siete años después de haber terminado su encargo.

Otros dos panistas siguieron la ruta en sentido contrario: primero candidato presidencial y después jefe nacional (Efraín González Morfín y Pablo Emilio Madero).

La aparente ruptura de la tradición de no mezclar la dirigencia de Acción Nacional con las ambiciones políticas personales llevó a 18 renombrados panistas a enviar una carta ayer a Ricardo Anaya y a la Comisión Permanente del Consejo Nacional del PAN para conminar al primero a deponer su actitud.

“Es indispensable garantizar que las estructuras, atribuciones y prerrogativas del partido se destinen exclusivamente para el fortalecimiento de la institución e impedir que se distraigan para la promoción de proyectos personales”, dice la carta, firmada por el grupo, en el que hay personas que han diferido en el pasado, como el senador Ernesto Cordero y el exjefe nacional Gustavo Madero, actual jefe de gabinete del gobernador chihuahuense Javier Corral.

En entrevistas que les realicé la semana pasada, Cordero y el también firmante y senador Roberto Gil se manifestaron por que Anaya garantice, en su condición de jefe nacional, piso parejo en la definición de quien será el o la aspirante presidencial del partido en 2018.

“La responsabilidad de dirigir a Acción Nacional es absolutamente incompatible con la pretensión de construir un proyecto político como aspirante a la Presidencia de la República, porque quien debiera fungir como armonizador y árbitro de aspiraciones, se convierte en factor de tensión, o equidad y abuso de poder”, dice el grupo que firma la carta, entre quienes hay tres exgobernadores, dos excandidatos a gobernador, varios exfuncionarios federales y un nieto del fundador del partido, entre otros.

A pesar de que siempre ha dicho que no está pensando en la candidatura presidencial, Ricardo Anaya ya logró alinear los astros en su contra.

Como ellos mismos lo dicen, los firmantes de la carta no le creen. Y ponen como ejemplo el uso que ha hecho de los spots institucionales del PAN, en los que él aparece.

Para ellos, el “proto-aspirante a candidato” debe definirse públicamente con respecto a sus intenciones de alcanzar la postulación y dejar de aparecer en los anuncios partidistas como “ni siquiera el tan criticado presidente de Morena”, Andrés Manuel López Obrador, lo ha hecho.

Así estalló la tarde del domingo la rebelión en el PAN, partido que, con sus triunfos en las pasadas elecciones de gobernador, se ha convertido en lo que los británicos llaman gobierno a la sombra.

Acción Nacional está en momento de definiciones. Tiene altas posibilidades de ganar los comicios presidenciales que se celebrarán en poco más de 19 meses, pero las ambiciones internas están desatadas y lo pueden hundir.

Lo mejor que le podría pasar al PAN es entender que los electores olfatean los pleitos domésticos en los partidos y los castigan en las urnas. Y si no, que le pregunten al PRD.

Si entre sus mismos militantes no se ponen de acuerdo, ¿por qué habrían los votantes de confiar en un partido político?

Ya sabrán los panistas cómo tratar la rebelión desatada en sus filas, pero ésta no se va a apagar sola.

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