La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Antes de que los gobernadores saliente y entrante de Puebla ––Rafael Moreno Valle y Tony Gali Fayad–– se reunieran con los diputados federales poblanos ––de los distintos partidos y corrientes––, Jorge Estefan Chidiac, vicecoordinador económico de la banca priista en San Lázaro, mantuvo un encuentro privado con ellos.

Fue la primera vez desde que iniciaron las hostilidades que los tres personajes se encontraban.

(Estefan y Gali llevaban más tiempo sin mirarse, luego de que durante años mantuvieron una relación sumamente fraterna).

El encuentro salió mejor de lo esperado.

Y es que los tres saben que, más allá de las diferencias políticas, los une el estado de Puebla.

Estefan es un pilar importante en el tema del Presupuesto 2017, como quedó demostrado en el programa televisivo “Si me dicen no vengo”, de Joaquín López Dóriga.

Algo que quedó claro en la reunión fue que Estefan no acudió como dirigente estatal del PRI.

La chaqueta la dejó colgada en el perchero.

 

Lástima, Margarita

Margarita Zavala de Calderón –el apellido del marido la perseguirá toda su vida– quiso ser Hillary Clinton y falló en el intento.

Falló, de entrada, porque la señora Clinton falló primero.

Cuando la hoy candidata derrotada iniciaba su campaña, la señora Calderón se montó en su imagen para enviar una percepción inapelable –en ese momento–: si Estados Unidos es capaz de elegir a una mujer como presidenta, México no puede quedarse atrás.

Las semejanzas las unían brutalmente.

Vea el hipócrita lector:

La dos son mujeres profesionistas casadas con dos hombres que fueron presidentes de sus respectivos países.

Y más:

Las dos son mujeres independientes con ambiciones de poder.

(Ellas le llaman “servir a la gente” o “vocación de servicio”).

Esa semejanza, pues, bastó para que en sus recorridos por el país, la señora Calderón se montara en la señora Clinton.

Los analistas adictos a su esposo de inmediato empezaron a circular la especie:

Si gana Hillary Clinton, Margarita Zavala será la candidata.

Los más audaces aseguraban que al otro día de su triunfo frente a Donald Trump, Hillary Clinton empezaría a enviar mensajes en el sentido de que su candidata para el 2018 en México era nada menos que Margarita Zavala.

Pero algo falló en las felices cuentas de los compadres de Felipe Calderón:

Se les atravesó la América bronca, ésa que tiene como habitantes a personajes similares a los que han retratado brutalmente en sus películas los geniales hermanos Cohen.

Ninguno de los analistas de Calderón vio venir la trama que hoy conocen hasta los niños de seis años.

Incluso este lunes, un día antes de la elección que les quebró los huesos, Margarita Zavala pronosticaba en un artículo publicado en El Universal el triunfo avasallador de Hillary Clinton.

Esa victoria la veía, faltaba más, como un “avance en la igualdad de la mujer en la política”.

La señora Calderón aprovechó ese viaje de opio por El Universal para curarse en salud.

Estas líneas son elocuentes:

“La misoginia contra Hillary estuvo presente a lo largo de toda la campaña. Trump no criticaba las ideas sino su condición de mujer. Los ataques estaban dirigidos a denigrar a su contendiente, usando muchas veces como arma las acciones de su esposo, el ex presidente Bill Clinton”.

Es claro que Margarita Zavala sabe que cuando la guerra electoral se caliente en México saldrán a relucir algunos temas que quemaron a su marido: el incendio en la Guardería ABC, la Guerra contra el narco, los daños colaterales y otras lindezas que no dejan dormir al ex presidente.

Para desgracia de doña Margarita, perdió doña Hillary.

El efecto deseado quedó embarrado en las suelas de Trump.

El sueño guajiro del “avance de la igualdad de la mujer en la política” tendrá que buscar otro argumento.

De hecho, una vez que las tendencias empezaron a favorecer a Trump, la entusiasta esposa de Calderón dejó de enviar mensajes en las redes sociales.

Una foto desafortunada fue lo último que subió.

En ésta, aparece desencajada –y envuelta en su chalina– viendo las tendencias que apabullaban a su álter ego.

Lástima, Margarita, diría el clásico.

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