La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía@QuintaMam

 

Leí de un tirón el libro de Margarita Zavala que una mano de la editorial Penguin Random House Mondadori tuvo que reescribir: “Margarita. Mi historia”.

Mal hilado, mal escrito, mal narrado, el librito cumple una función: mostrar las llagas que suelen aparecer en la autobiografías.

De entrada, la “Hillary” mexicana elogia a un agente nazi que contendió por la Presidencia de México: Juan Andrew Almazán.

En un libro de reciente aparición sobre la espía alemana Hilda Krüger, su autor —Juan Alberto Cedillo— reveló los nexos del malogrado candidato con la Alemania de Hitler.

Sobre el fraude del 2 de julio de 2006, la democrática “Hillary” aldeana no dice nada.

O sí: en tres líneas declara ganador a su marido.

(López Obrador es dibujado como el loquito de la feria).

Martha Sahagún aparece como una vulgar ladrona de objetos y arreglos de flores artificiales.

Según la “Hillary”, todo se robó de la residencia oficial de Los Pinos: muebles, pantallas, cortinas.

Hasta un hoyo enorme dejaron los Fox en el gimnasio porque arrancaron literalmente el sistema eléctrico de las cortinas.

“—Oye, Marta, ¿y cuándo se van (de Los Pinos)?

“—El 30 de noviembre. Es que Vicente (Fox) no tiene dónde vivir”.

La usurpación de la Presidencia la retrata de pies a cabeza: “(el primero de diciembre de 2006) los diputados panistas daban una gran batalla: tomaban la tribuna de la Cámara de Diputados para defender la protesta del próximo presidente de México”.

Miente al decir lo anterior.

Todo México sabe que, como buenos golpeadores, los diputados del PRI y del PAN tomaron por asalto la tribuna y culminaron el fraude electoral ungiendo a Felipe Calderón.

La autobiografía refleja a una Margarita Zavala yendo y viniendo con pastores de todos los cultos: archimandritas, cristianos, católicos y judios.

Un rabino le dio la bendición para que la usurpación de la Presidencia saliera en los mejores términos.

Nuestra Hillary evita varios temas: el alcoholismo de su marido, el incendio de la guardería ABC —lo trata muy parcialmente—, la Guerra de Calderón y el intento de soborno del que fue víctima el poeta Sicilia a manos de Juan Ignacio Zavala —su hermano y estratega—, quien le ofreció una beca en España para que se olvidara de su lucha.

Las perlas de la autobiografía son innumerables.

En las próximas entregas las compartiré con el hipócrita lector.

 

¿Y los Rafafóbicos?

Los críticos a sueldo del gobernador Moreno Valle ya no saben qué decir.

Todo lo han dicho.

En todo se han equivocado.

Sus desfases lunares les hicieron parodiar la frase “lo mejor está por venir”.

La convirtieron, para envidia de Shakespeare y Cervantes, en un alarde de pirotecnia verbal: “lo peor está por venir”.

Entre sus pronósticos inolvidables figuran los temas electorales, políticos y financieros.

Incluso rogaban que la pobreza en Puebla ascendiera para satisfacer sus malogrados dotes de videntes.

Si estos críticos malhumorados fueran jugadores de futbol ya los habrían despedido hace tiempo de las canchas.

Es como si Messi fallara uno y otro gol frente a la portería abierta.

Sus furias más recientes tienen que ver con el presupuesto histórico que recibirá la entidad poblana en 2017 y los primeros lugares en matemáticas y lenguaje-comunicación que la prueba PLANEA acaba de otorgar.

Cosa curiosa:

Algunos de esos críticos no saben escribir ni en un español mediano.

Vaya: hasta los 140 caracteres les cuestan trabajo redactar.

Bien harían en ingresar una temporada a la secundaria nocturna para ver si algo les pueden corregir.

Jugando con su malabarismo verbal que sonrojaría a Góngora o Quevedo: “lo peor para ellos ya llegó desde hace tiempo”.

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