La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Roxana Luna Porquillo entró en una espiral sin retorno desde que se hizo cómplice y empleada de dos finísimas personas: el senador Luis Sánchez —autodenominado “usuario de la trata”— y Héctor Bautista, dirigente de una agrupación perredista (patrocinada por el gobernador del Estado de México): ADN.

Estos personajes hoy están concentrados en dos cosas: en evitar la alianza PAN-PRD en el estado de Eruviel Ávila y en hacer ganar a quien resulte ser el candidato del PRI a la gubernatura.

No es la primera vez que operan con recursos del Estado de México y en favor del PRI.

Es una constante de este grupo desde hace varios años.

Hace unos días, por cierto, Luna Porquillo —que peleó cuerpo a cuerpo el último lugar de la elección de 2016 con Ana Teresa Aranda— acudió a la sede nacional de su partido a ofrecer una rueda de prensa con algunos dilectos personajes del perredismo local: Eric Cotoñeto, empleado a sueldo del senador Miguel Barbosa, y Rosa María Avilés, comadre del célebre René Bejarano, mejor conocido como el Señor de las Ligas.

¿A qué acudieron al CEN del PRD?

A pedir la no intervención del gobernador en su partido.

Cosa curiosa: en el Estado de México aceptan todo tipo de intervenciones y hasta han terminado por ser operadores del PRI.

Con todos ellos, faltaba más, el PRD va en franco declive.

Y es que dicho partido ya es todo aquello contra lo que luchó en sus orígenes.

Hoy prácticamente han desaparecido los perredistas confiables.

Las tribus de hoy parecen salidas del Bronx o de Ciudad Nezahualcóyotl, coto de poder este último de donde salen los golpeadores de ADN.

Que el Gori Guerrero y el Cavernario Galindo los rediman.

 

Murió Fidel

Estábamos cenando en el Museo de los Pintores Oaxaqueños cuando una voz nos dijo que Fidel Castro había muerto.

El pintor cubano Carlos Luna abrió los ojos y gritó: ¿Es en serio?

Alejandra Gómez Macchia, con iPhone en la mano, dijo que estaba totalmente confirmado.

Eran algo así como las once de la noche del viernes 25.

Carlos, que inauguraría una muestra de su pintura al día siguiente, tomó una copa de mezcal, se puso de pie y brindó por la muerte del polémico comandante de la Revolución Cubana.

Tenía sentimientos encontrados.

No era para menos.

Su abuelo y su padre se enfrentaron a Machado y a Bautista, respectivamente, y apoyaron a un Fidel que terminó por darles la espalda.

No sólo eso: encontraron en la revolución una tierra hostil y seca.

El joven Luna tuvo que emigrar a México y Estados Unidos para desarrollar sus enormes talentos.

Hoy vive en Miami y está en su derecho de celebrar la muerte de Fidel.

Quienes desde México hemos sido testigos del paso de Castro por la historia somos movidos por otras sensaciones.

El Caballo, como fue bautizado por los cubanos, es un héroe porque enfrentó como nadie el bloqueo de los diversos gobiernos estadunidenses.

Y más: marcó la historia de la contracultura en este lado del continente.

¿Cuánto le deben las artes a Fidel, cuánto la música, cuánto la literatura?

Cierto: el pueblo cubano hoy mismo no puede hablar en ningún foro público de los logros de la revolución.

Y es que la libertad de expresión es un fantasma que desapareció en Cuba al triunfo del movimiento armado.

Algo debo decir: me quedo con el Fidel de los libros, de las novelas, de las biografías.

El Fidel que no dudaba en ir a Estados Unidos a gritar en contra de los yanquis.

Pero eso Fidel —me queda claro— no existe en la agenda de mi amigo Carlos Luna.

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