La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Los políticos mexicanos –también los españoles y los estadunidenses y los colombianos– le apuestan siempre a la mala memoria de la gente.

Sólo así se entiende la cara dura que tienen para presentarse –luego de un tiempo considerable– como personas decentes y honorables.

Este lunes, durante la entrevista que le hizo el periodista Alejandro Mondragón, Humberto Aguilar Coronado se calificó así: como una persona decente.

Busqué en mi más reciente edición de la Real Academia Española y descubrí que “decente” sigue significando lo que significaba cuando los significados no habían sido corrompidos por los políticos: “Honesto, justo, debido. (…) conforme al estado o calidad de la persona. (…) que obra dignamente. (…) Bien portado”.

Hice un repaso rápido de las actuaciones públicas de nuestro personaje y caí en una conclusión vertiginosa: Beto, me dije, no es decente.

No sólo eso: “Está muy lejos de ser medianamente decente”.

Vino entonces a mi archivo mental –el que se encuentra en el séptimo círculo de mi infierno– un pasaje de la picaresca poblana en el que el hoy Jefe de la Oficina de la Coordinación del Grupo Parlamentario del PAN en San Lázaro es personaje central.

Vea el hipócrita lector:

La tarde del 4 de julio de 2010, Humberto Aguilar Coronado, “El Tigre”, se comunicó vía Nextel con un operador de Javier López Zavala para informarle que en la encuesta de Parametría, mandada a hacer por el equipo de Rafael Moreno Valle Rosas, el candidato del PRI-Verde al gobierno del estado aventajaba por cinco puntos al abanderado de Compromiso por Puebla.

Cuentan las fuentes del zavalismo –fuentes vivas, fidedignas– que el escenario planteado por el senador panista, a la sazón coordinador de la campaña de Moreno Valle en la capital poblana, era optimista.

Palabras más, palabras menos, “El Tigre” le dijo a su interlocutor: “Dile a nuestro amigo que esto ya se amarró”.

Una vez que el operador le pasó el recado a su jefe, éste compartió la información con su equipo en el privado de la Casa de Campaña –ubicada casi enfrente de donde hoy está la Notaría de Mario Marín– y pidió que le mandaran la encuesta.

“Ya viene en camino, señor”, le respondieron.

Poco después, quien esto escribe se apersonó con el columnista Arturo Rueda en la oficina de López Zavala.

Para entonces, el candidato, teléfono en mano, urgía a sus operadores de todo el estado que cerraran con fuerza para terminar de amarrar el triunfo.

Testigo de la escena fue, también, el periodista Ricardo Morales, quien desde temprana hora hacía la crónica de la jornada.

–¿Cómo vas en las encuestas? –le preguntamos Rueda y yo.

–Parametría me da cinco puntos. Y eso que la mandó a hacer Moreno Valle –fue la respuesta rápida, feliz.

–No, Javier. Es al revés. Parametría le da cinco puntos a Rafa –respondimos.

–No. Para nada. Es más: se las voy a enseñar –dijo seguro.

Y dijo más: “Tráiganme la encuesta para que la vean mis amigos”.

Una voz respondió: “Viene en camino. La van a traer en un taxi”.

Pero la encuesta jamás llegó.

Y es que Aguilar Coronado tuvo a acceso a una encuesta trucada, más falsa que pegarle a Dios: Una encuesta hecha a la medida para que la información filtrada cumpliera la función de engañar al contendiente.

De hecho: a lo largo de la campaña, una vez que el equipo morenovallista detectó una fuga de información, ideó la estrategia de comentar información falsa en las mesas de trabajo en aras de detectar a los traidores.

La lista de los sospechosos se fue depurando hasta que quedó claro quién era el misterioso y desleal “Señor de la Filtraciones”.

Mientras tanto, en el lado marinista, el nombre de Beto salía continuamente a colación cuando se hablaba de la contienda electoral: “El Tigre dice que Moreno Valle está angustiado. (…) Sus encuestas van de mal en peor. (…) Ya nos dijo Beto que las cosas se les están descomponiendo”.

Incluso la gente de confianza aseguraba en corto que al decir del senador los ganadores serían López Zavala y Eduardo Rivera.

Los minutos corrieron.

Rueda y yo –ya acompañados del periodista Álvaro Delgado y de Selene Ríos– llegamos al Presidente Intercontinental, donde el morenovallismo empezaba a celebrar el aparatoso triunfo.

Un edecán –el hoy senador Miguel Barbosa– nos abrió el paso y entramos a la zona en la que algunos destapaban las primeras botellas de champaña.

Entre los saludos detecté un rostro apesadumbrado y sudoroso: el de Aguilar Coronado.

Estaba pálido y con una sonrisa que más bien parecía mueca.

Mientras todos se abrazaba, Beto intentaba sonreír sin entender lo que pasaba.

Minutos después lo sabría, cuando uno de los morenovallistas más poderosos le palmeó la espalda y le dijo algo así como “lástima, Margarito”.

La operación Tigre había sido descubierta.

Beto era un traidor y todos lo sabían.

Ahora que se autodenominó “persona decente” recordé este pasaje abrumador.

No, me dije, Beto no es decente.

Y me dije más: no es ni medianamente decente.

No es la única historia que retrata a nuestro personaje.

Hay muchas más.

Una de ellas –brutal, asquerosa, siniestra– data de 1997, cuando contendió por una diputación federal contra el hoy desaparecido y entrañable Salomón Jauli.

Pero ésa es otra historia que posteriormente compartiré con el hipócrita lector.

 

Leo Paisano: una Historia de Éxito

En este país, algunos premios tienen dudosa calidad.

Y es que hay muy pocas instancias que tienen verdadera autoridad moral.

Dos de estas instituciones –conocidas por su espíritu crítico– son el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) y la Asociación Nacional de Alcaldes (ANAC)–.

En un margen de escasos días, el ayuntamiento de San Andrés Cholula, encabezado por el alcalde Leo Paisano, obtuvo sendos reconocimientos que marcan la diferencia en ese municipio que se ha convertido en uno de los más importantes en el tema del desarrollo inmobiliario en los últimos años.

En el caso del IMCO, San Andrés logró el máximo puntaje en el Índice de Información Presupuestal Municipal tras obtener un cumplimiento de 100 por ciento en los indicadores evaluados.

Hay que decir que el IMCO midió a 453 municipios del país.

Sólo 61 alcaldías lograron el 100 por ciento en la evaluación.

Faltaba más: San Andrés estuvo entre éstos.

La otra historia de éxito del municipio tiene su origen en el mes de agosto de 2014, cuando el Ayuntamiento que preside Leo Paisano firmó un convenio de colaboración con el Gobierno del Estado para la implementación de la política pública de mejora regulatoria.

Hoy empiezan a llegar los resultados en ese tema.

Y es que durante la Quinta edición de los premios ANAC, Leo Paisano recibió el galardón Francisco Villarreal Torres.

¿Qué impulsa la citada mejora regulatoria?

La simplificación administrativa –procurando el uso de las tecnologías de la información– implementó el gobierno digital en la prestación de los trámites y servicios, lo que garantizó la transparencia de los mismos.

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