La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía

 

Una vieja columna publicada por quien esto escribe en febrero de 2014 refleja muy bien el ya polémico tema de los bonos millonarios que repartió Eduardo Rivera Pérez como alcalde de Puebla.

La comparto con el hipócrita lector:

En su desesperación, y como preámbulo de lo que viene, Eduardo Rivera Pérez ya empezó a repartir cañonazos entre algunos regidores en aras de que la Comisión de Patrimonio y Hacienda Municipal apruebe dos de sus cuentas públicas: la de 2013 y los 45 días de 2014.

Las ofertas económicas no son desdeñables, aunque hablan de su estatura.

En ese sentido, citó a tres de los cinco integrantes de la Comisión para que sus cuentas sean aprobadas con esos votos.

Por supuesto, los dos regidores que no fueron convocados están furiosos.

Los regidores convocados llegaron uno por uno, en medio de la más absoluta opacidad y discrecionalidad.

Y fue el propio alcalde quien les habló de la necesidad de que la Comisión de Hacienda apruebe sus cuentas públicas.

Y es que si no son aprobadas ahí simplemente no llegarán al Pleno, donde Rivera tiene los votos suficientes para que salgan sin problemas.

Por eso, y al más puro estilo priista, Lalo trató este jueves de sobornar —con recursos del ayuntamiento— a tres de los cinco ofreciéndoles, además de dinero, su amistad eterna.

También invocó a Dios y a las vírgenes mejor rankeadas en el calendario religioso en aras de que les moviera el corazón a los regidores.

La fórmula Diosito más Soborno es infalible y no sería descabellado que funcione.

La Comisión de Patrimonio y Hacienda Municipal está integrada por los siguientes regidores: Irma Adela Fuentes Guevara, presidenta.

José Octavio Castilla Kuri, secretario.

Y como vocales:

Xóchitl Maura Barranco Cortés, Miriam Mozo Rodríguez y Carlos Arturo Ibáñez Alcocer.

Salvo Casillas Kuri, que milita en el PRI, el resto es de filiación panista.

Irma Adela Fuentes defendió al alcalde hasta la ignominia en la sesión de la Comisión y el tema llegó al Pleno.

Hasta aquí esa añeja columna.

Públicamente, el regidor Ibáñez hizo estallar la bomba de los sobornos.

“¿Cuánto vale su voto o el mío?”, preguntó ante los adictos a Lalo.

“El mío no vale los tres meses de bono que dio el alcalde Eduardo Rivera”, asentó.

Tras esto, Ibáñez se levantó y devolvió el cheque del soborno.

Los adictos a Rivera empezaron a aullar.

Ibáñez no se inmutó.

El alcalde veía la escena con un gesto de furia.

Y es que su plan armado en el sigilo estaba siendo desvelado.

Al final del día ganaron sus sobornos y con los votos de sus adictos fueron aprobadas las dos cuentas públicas.

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