La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Si el jefe de prensa de un delegado federal escribiera un tuit sobre los “gasolinazos”, por ejemplo, los tuiteros tirarían esa opinión en el bote de basura o ni siquiera la leerían porque no tienen en su radar, ni les importa, lo que el jefe de prensa de un delegado federal escupa, eructe o defeque.

Si ese mismo jefe de prensa se inventa una personalidad grotesca en Twitter y se dedica a lanzar improperios a diestra y siniestra —con ortografía y redacción de Neanderthal— tendría un mayor impacto —no mucho, el suficiente— por el carácter grotesco de su avatar y sus infundios.

Bien lo escribió Umberto Eco —sabio, escritor, lingüista— en una de sus reflexiones sobre las redes sociales:

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas.”

Imaginemos al jefe de prensa que se tiene que inventar una personalidad virtual en aras de ser medio leído: Periodista frustrado, siempre adicto al PRI, con afanes intelectuales jamás cumplidos.

Y más: dueño de una verborrea de merolico que sólo impacta a los que como él se quedaron a medio camino de una carrera periodística.

Desde esa cuenta falsa se la pasará descalificando a los enemigos de su jefe —incluso a los “amigos” cercanos—, a los periodistas que detesta y al gobernador en turno.

Y de vez en cuando, según él para despistar, retuiteará los boletines oficiales de la dependencia que le paga sus frijolitos y cervezas.

Esta invasión de los idiotas arrancó el año escribiendo tuits sobre los “gasolinazos”.

Tuits elementales y tontitos como los que escribiría el mono que quería ser un escritor satírico de Tito Monterroso.

Tuits intrascendentes y vulgares con sus faltas inevitables de ortografía y gramática.

Son los borrachitos del bar que nadie oía y que hoy disertan desde su tribuna de 200 seguidores como si fueran un premio Nobel de Economía o alguna autoridad en la materia.

Qué le vamos a hacer, oye.

Con estos tontos del pueblo nos tocó arar.

 

Las Gasolineras de Lalo Rivera

En esta trama de los “gasolinazos” —en plural, porque serán muchos a lo largo del año— muy escondido ha estado el nombre del Mártir del Calvario: el ex alcalde Eduardo Rivera Pérez.

Y es que como presidente municipal de Puebla supo muy bien invertir el dinero público.

¿Cuántas gasolineras acumuló en estos años?

Un expediente escrupulosamente bien armado da santo y seña de esos negocios.

El único tuit que salió de su cuenta sobre el tema es un retuit de la columna de Margarita Zavala de Calderón.

Ni una palabra suya gastó en criticar lo que todos los mexicanos han cuestionado en todos lados.

No podía ser de otra manera: el dueño de las gasolineras está haciendo cuentas de lo que se meterá en los bolsillos gracias a los “gasolinazos”.

Faltaba más, oye.

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