La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Los últimos días de Mario Marín en el gobierno poblano fueron de espanto.

Humillado la mayor parte de su sexenio, convertido en un paria, vuelto hilachos, el entonces gobernador pasó enero de 2011 metido en el insomnio y el rechazo generalizado.

Difícilmente encontraremos un gobernante más repudiado en el siglo XX y en lo que va del siglo XXI.

Su lamentable affaire con Lydia Cacho lo llevó a las miasmas de la política, ahí donde sólo se puede huir por las puertas de servicio.

Su prensa abyecta y adicta no logró limpiarle el rostro.

Al contrario:

Terminó tan sucia como él.

Eso sí: apenas concluyó su administración empezaron a negarlo.

No ocultan a la fecha su trabajo de plomeros, ellos que son expertos en cañerías.

Marín dejó Casa Puebla y se refugió en una residencia ubicada por los rumbos del camino a Valsequillo, cerca, por cierto, de un mercado al que mató al imponerle su nombre.

Ahí le habían construido una mansión dividida en dos.

En uno de esos espacios se refugió para jugar futbol y exorcizar demonios.

Cuentan sus íntimos que contaba los días para salir.

No quería saber que su gobierno había terminado un año después de su toma de posesión, cuando inició una guerra mediática que lo dejó en la lona.

Algo es cierto: sus adictos cobraron muy caro para intentar limpiarle el rostro.

Vaya: hasta constructores se volvieron en ese ritual de revivir al cadáver.

En aquel enero de 2011, Rafael Moreno Valle preparaba todo para arribar al poder local.

En realidad lo hizo al otro día que ganó la gubernatura.

Una y otra vez dio prueba de ese poder hasta entonces informal:

Evitó ventas de garage y de escándalo en la zona de Angelópolis y quebró los afanes de Marín a la hora de poner notarios.

Cosas de la vida:

Hoy que Moreno Valle está por dejar el gobierno inaugurando obras todos los días, los marinistas emboscados —muy conocidos por todos— quieren generar la percepción de que hay un repudio generalizado.

Los hechos los desmienten.

Sólo quedan sus escasos gritos en la marcha de este sábado, misma que quisieron utilizar fallidamente para esos afanes que —como a su patrón Marín— nomás no los dejan dormir.

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