La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

No hubo ambiente de nostalgia ni de despedida.

Rafael Moreno Valle no perdió la voz en ningún momento de su último informe.

Qué diferente fue el pasado reciente.

Manuel Bartlett se organizó una cena de despedida en el Centro de Convenciones.

Luego, cuando rindió su informe, se dejó llevar por la nostalgia y la voz se le perdió.

Sus últimos días en Casa Puebla los llevó en la espalda siempre con una mirada vidriosa.

Severo el mentón, sobrio el gesto gobernante, débil, extrañamente débil, el alma en vilo.

Y eso que iba —eso nos dijo— a buscar la Presidencia de México: ésa que se le fue de las manos cuando menos una vez.

Melquiades Morales inició la ceremonia de los adioses los últimos sesenta días.

Y cuando leyó su informe final se le quebró la voz.

Todo en él era nostalgia.

Nostalgia pura.

(Hoy por hoy es el único ex gobernador que puede andar por las calles de Puebla con la cabeza firme y los brazos abiertos).

Mario Marín llegó a su informe metido en la vergüenza de haber sido el peor gobernador de Puebla.

No hubo lugar para el adiós.

Se quería ir desde el primer minuto que perdió el poder y el decoro.

Sus fieles lo mantuvieron montado en el potro del alcohol para hacer negocios a su sombra.

Fue como un trámite su última comparecencia.

Nada había que aplaudirle a quien gozaba darle coscorrones a las pinches viejas.

Metido en su traje de presidenciable, ante veinte gobernadores y Ricardo Anaya, Moreno Valle ofreció un discurso plagado de buenos resultados.

No podía ser de otra manera: los números del marinismo palidecían ante los números del sexenio que se va.

Por cierto: en primera fila, Juan Carlos Lastiri —único marinista confeso entre los presentes— fue el blanco de todos los señalamientos que hubo en contra del ex gobernador: corrupto, ineficiente, desacreditado.

El dirigente nacional del PAN y su líder de la bancada en San Lázaro, Marko Cortés, arribaron junto con la veintena de gobernadores.

Nadie daba crédito a su presencia.

Hubo quienes apostaron que no llegaría.

Fallaron absolutamente.

Anaya llegó, saludó al gobernador y se sentó junto a Martha Érika Alonso.

Desde ahí escuchó las porras de “¡Rafa presidente!” que resonaron en el ambiente cinco o seis veces.

Pero Moreno Valle no tenía tiempo para solazarse en ellas.

Tampoco para la nostalgia.

Su voz repasó uno por uno los rubros que sus odiadores profesionales no han dudado en alterar.

Y hasta Rosario Robles, representante del presidente Enrique Peña Nieto, tuvo que felicitarlo al final del informe.

Hay que decirlo:

Esta ceremonia careció de la nostalgia necesaria para decir adiós.

De hecho, cuando Moreno Valle llegó al final de su discurso dio entrada a lo que serán sus próximos meses recorriendo este país.

Era el final, sí, pero también el principio de lo que se avecina.

Por eso la nostalgia se fue a dormir a otros espacios.

Tres veces el gobernador fue enfático en sus agradecimientos:

Cuando habló de Martha Érika, cuando agradeció a sus padres y cuando habló de Tony Gali.

Fueron los únicos momentos en que la ceremonia de los adioses sonó a eso.

Con Gali, incluso, levantó la voz, hizo una pausa y pronunció su elogio sílaba por sílaba.

Gali respondió poniéndose de pie y agradeció el gesto metido en la emoción.

Al final del informe, ambos fueron acosados por los asistentes.

Selfies, abrazos, sonrisas: ese ritual que no escapa a la liturgia de los hombres de poder.

Ya en la comida, casi frente a frente, compartieron bromas con una buena parte de los gobernadores asistentes.

Las carcajadas alejaban cualquier asomo de nostalgia.

(No se puede hablar de lo que no aparece).

Y la fiesta continuó durante varias horas.

A Moreno Valle le quedan dos semanas como gobernador.

Ya anunció que estará metido inaugurando obras.

Tony Gali tiene todo listo para su toma de posesión.

Quienes creen que estarán en su Gabinete ya aletean felices por el aire.

Uno se irá a buscar otras tierras.

Otro que se quedará a abrir nuevas brechas.

El abrazo que se dieron al final de la comida dejó en claro muchas cosas.

Quienes anunciaron felices un choque de trenes tendrán que buscar nuevas mentiras.

Es todo por hoy, oh, hipócrita lector.

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