La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

El síndrome de fin de sexenio apareció en Puebla desde diciembre pasado.

Lo curioso es que dicho síndrome no atacó al grupo en el poder sino a los contempladores, entre los que se encuentran la pipitilla, algunos periodistas, dos sedicentes economistas y un grupo de abogados.

Ellos son los que están nerviosos, padecen náuseas e insomnio, sufren vértigos y desmayos, palidecen por momentos y son víctimas de una depresión post-parto.

¿Qué esperan?

Que sus deseos más oscuros se cumplan:

Que Moreno Valle sea perseguido por la PGR, el FBI y la policía china.

Que el FMI y las más notables calificadoras dictaminen que Puebla está más quebrado que Venezuela.

Que la CIDH acuse a la CNDH de haber protegido al gobernador en el caso Chalchihuapan.

Que el movimiento de los 43 tome Casa Aguayo en protesta.

Que desde Los Pinos se decreten tres días de luto nacional.

Que la deuda ascienda a 585 mil millones de pesos.

Que el PRI instruya a los soldados de su partido —el sargento Lastiri y el cabo Armenta— a una insurrección armada.

Que el Jefe de Prensa de este último —un conocido locutor que conduce un programa por internet con otros desconocidos locutores— maquile boletines sin faltas de ortografía dando a conocer el inicio de las hostilidades.

Que Carmen Aristegui y Lydia Cacho se instalen en el zócalo de la ciudad en apoyo de los periodistas aporreados por el Mal Gobierno.

Que los periodistas aporreados por el Mal Gobierno exhiban sus llagas durante un fin de semana a las puertas del Señor de las Maravillas.

Que el Señor de las Maravillas se vea como un Humphrey Bogart al lado de los mencionados.

Que las encuestas de Roy Campos ubiquen al todavía huésped de Casa Puebla abajo de Denise Dresser y Carmen Salinas.

Que López Obrador y el senador Bartlett cierren Reforma durante 8 horas continuas 8 horas antes de que el Tirano deje el poder.

Que a esa protesta se sumen los licenciados Aguilar Camín, Mastretta, Castañeda y Asociados.

Que se vengan abajo la Estrella de Puebla, los puentes, los nodos vehiculares, el concreto hidráulico, las ciclopistas, el estadio Cuauhtémoc, el Teleférico y las obras más emblemáticas de esta administración.

Que el Museo Barroco se quede sin visitantes para que sea justificada su demolición.

Que Alberto Jiménez Merino impida dicha demolición en aras de instalar ahí sus ansiados invernaderos.

Que las encuestas por redes que hace la pipitila en Twitter tengan una sonada resonancia internacional y no se queden en los 31 votos de siempre.

Que los sesudos analistas que pasaron por la Complutense y Harvard tengan el valor de ponerle nombres y apellidos a sus descalificaciones.

Que los beneficiarios en la prensa aldeana por la SEDATU tengan de regreso en la delegación a Román Lazcano para que sus obras públicas —y sus dineros— no se detengan.

Que los licenciados Oxímoron, Eudoxio y Cárdenas cumplan sus sueños de ver multiplicada la deuda de Puebla.

Que una vez que cumplan dichos sueños, los citados licenciados bailen una rumba en la China Poblana para júbilo de los economistas poblanos.

Que Mario Marín regrese de su exilio español para que encabece la salida de prisión de Francisco Castillo Montemayor.

Que Marín y sus contertulios coman jabalí durante tres días con sus noches en el Paseo Bravo.

Que a ese ágape acuda presuroso el rejoneador Emiliano Gamero para que públicamente golpee a sus caballos con una cadena de oro.

Que las fiestas por la caída del ancien regime duren de aquí a Semana Santa y que sean amenizadas por Margarita la Diosa de la Cumbia, Francisco Javier y el fantasma de Joan Sebastian.

Que Donald Trump olvide su promesa de construir un muro en la frontera norte y que se solidarice con Marín, Lalo Rivera y demás perseguidos políticos poblanos.

Que Margarita de Calderón y Margarita la Diosa de la Cumbia se fusionen en una sola Margarita y gobiernen durante cien años.

Ufff.

Soñar no cuesta nada, pero sí cuesta, oye.

Disculpe el hipócrita lector este arrebato republicano.

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