La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

¿En qué momento Tony Gali fue tocado por el demonio de la política?

Lo recuerdo de bigote en la Puebla levítica.

¿Qué sexenio era aquél?

El de Manuel Bartlett.

Las avenidas de Puebla estaban llenas de baches y de polvo.

Ni pensar en puentes o pasos a desnivel.

El mundo se dividía en el bellísimo Centro Histórico y Loma Bella.

De hecho, parafraseando al clásico, fuera del Centro Histórico todo era Loma Bella.

Bartlett hizo dos cosas para sentirse moderno:

Inventó un negocio jugoso que le da muchos dólares a la semana —Angelópolis— y construyó un “periférico ecológico” con materiales de pésima factura y sin acotamiento.

(Si Ibargüengoitia hubiera conocido ese “periférico” lo habría usado en alguna novela para ilustrar el rostro del progreso en su legendario Cuévano o Plan de Abajo, o ese pueblito en el que despachaban sus madrotas de Las Muertas).

En esa Puebla conocí a Tony Gali.

Con los años lo recuerdo siempre muy cerca de Jorge Estefan Chidiac y en un restaurante de leyenda: El Cabildo de Santiago, en Plaza París.

Al paso de los años lo reencontré al lado de Rafael Moreno Valle.

El PRI había quedado atrás y Tony estaba metido en la campaña de Felipe Calderón.

Una comida o cena en su casa sirvió para que Calderón se aliara a un buen grupo de poblanos.

De ahí en adelante empezó a surgir el nuevo Gali.

Y quizá fue entonces cuando Moreno Valle empezó a tenerlo en su radar.

Venían de diferentes grupos, pero el demonio de la política no sabe de rutas fijas.

La llegada del morenovallismo a Casa Puebla acabó con los vestigios de la vieja Puebla y nos metió a todos —marinistas incluidos— en una vorágine singular.

Como secretario de Infraestructura, Gali supo que lo bonito de las líneas paralelas es que jamás se juntan.

Entendió también que el camino al poder es un infierno rigurosamente empedrado en el que caben las lealtades y las deslealtades.

Como en los clásicos de cine negro, aprendió a sobrevivir entre cadáveres y cuchilladas por la espalda.

Fue ahí donde quizá se fogueó.

Ya como alcalde de Puebla, comprobó una vez más que la forma es fondo y que lo cortés no quita lo Cuauhtémoc.

Hoy que está por rendir protesta como gobernador de Puebla quizá está pensando en sus orígenes y en la primera casa que vivió.

Y es que viene su mudanza mayor a Casa Puebla.

No todos los días se hace un menaje de tal naturaleza.

Tony Gali no es el político tradicional.

Tampoco es, faltaba más, el tecnócrata de nuevo cuño.

Digamos que es un ciudadano común y corriente que un día tomó un tren rápido en una estación fantasmal.

Habla bien de él que es buen amigo de sus amigos y que prefiere una buena charla que un acto político aburrido.

Los amigos que con los años ha hecho lo confirman.

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