La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Alejandro Armenta Mier ya inició su proceso de victimización para que desde el CEN del PRI se dé una orden brutal que le corte la cabeza, los genitales y el cogollo.

Un purista me interpelará: los seres humanos no tienen cogollos.

No son plantas ni legumbres.

Armenta tampoco lo es, pero últimamente piensa y actúa como un vegetal desesperado por alcanzar su fotosíntesis.

Su fin único tiene una fecha fatal: el 2018.

Sabe, faltaba más, que en el PRI difícilmente será candidato a la gubernatura.

Por eso ha recurrido a un galimatías: “seré —jura— un candidato externo, no un candidato independiente”.

Es evidente que miente.

Lo que quiere es ser el candidato de MORENA a Casa Puebla.

(No es el único: Javier López Zavala y Enrique Doger van por la misma ruta).

El diputado Armenta ya inició, pues, su propia retirada con honores.

Y es que no es lo mismo irse por la puerta de servicio que salir como héroe de guerra.

Sólo así se entiende su beligerancia en contra de Enrique Ochoa Reza y, quién lo dijera, Miguel Ángel Osorio Chong.

La entrevista que ofreció a Tribuna lo dice todo.

Retomo la nota que al respecto hizo Mario Galeana, reportero de 24 Horas Puebla: “’Observo, lamentablemente y con tristeza, cómo la dirigencia nacional pretende hacer un pacto en Puebla para que el PRI pierda las elecciones de 2018. Si este pacto, esta alianza, esta idea que están construyendo desde la dirigencia nacional para que el PRI pierda en Puebla se consuma, he dicho con claridad que no seré cómplice de una elección pactada’, declaró la mañana de ayer en entrevista con Tribuna Noticias.

“De acuerdo con el legislador por Tepeaca, la primera muestra de un acuerdo entre el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) tricolor y el ex gobernador poblano fue la coalición electoral que sumó el PAN entre los partidos del Trabajo (PT) y Nueva Alianza (Panal) el año pasado”.

Entre los actores, el único con posibilidades reales de amarrar a esos partidos es el secretario de Gobernación.

Eso lo sabe hasta un niño de 6 años.

De entrada, en el proceso de 2016 el dirigente nacional del PRI no era Ochoa Reza sino Manlio Fabio Beltrones, a quien ni siquiera menciona en su declaración.

Armenta no fue el botones del PRI en la elección a la gubernatura.

Fue, cómo olvidarlo, el mismísimo coordinador de campaña de Blanca Alcalá.

Por eso sus palabras tienen un peso inusitado.

Vea el hipócrita lector lo que agregó: “’El hecho marcó, indudablemente, una complicidad de la dirigencia nacional para evitar que el PRI tuviera el triunfo con Blanca Alcalá’, explicó el diputado federal”.

Este reproche a Osorio Chong — quien fue su jefe 3 años en Gobernación— tiene más jiribilla.

Y es que parece ser una exigencia de Andrés Manuel López Obrador —o de uno de sus emisarios— para que tenga alguna posibilidad en el 2018.

Quienes conocen a AMLO saben que está poniendo ese tipo de condiciones para abrir las puertas de su partido a los advenedizos que hoy abundan.

Armenta sigue la máxima del que estira la liga: quiere que el CEN del PRI la rompa, lo defenestre y lo expulse.

Ochoa Reza, el dirigente priista más talentoso en los últimos tiempos, no parece querer entrar en ese juego de simulaciones.

Si Armenta se quiere ir —parece ser la lógica del CEN—, que no cuente con nosotros.

La asociación que acaba de crear con los Eudoxios y los hijos perredistas de Mario Marín está muy lejos de ser una expresión de altura.

Basta ver en la foto de arranque a personajes como Norberto Amaya Aquino —dilecto becario de la SEDESOL, desnudado en su momento, junto con las Rosas Salvajes, por la periodista Beatriz Gutiérrez Müeller, esposa de AMLO— y Alberto Guerrero, ex director del Colegio de Bachilleres de muy triste memoria.

Si con esos bueyes quiere arar no llegará muy lejos.

En su conciencia quedará también un acto de deslealtad: clavarle la daga a Osorio Chong para abrazar a López Obrador.

Por lo pronto, Armenta Mier le dice a propios y extraños que Nachito Mier, su primo, ya lo juntó con AMLO y que las señales son propicias.

Eso lo quiere creer —faltaba menos— desde su nueva condición de lopezobradorista.

 

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