La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Javier López Zavala se sintió traicionado por Mario Marín Torres después de que Rafael Moreno Valle le ganó la gubernatura en 2010.

Su primera reacción fue de incredulidad, pero después se hizo a la idea de que había sido sacrificado.

Sus fuentes así se lo dijeron.

Desesperado, se aferró a la negativa de reconocer los resultados en contra.

Algunos de sus cercanos trataban de convencerlo de que la diferencia era tan grande que nada había que hacer.

Luego, a partir de testimonios orales, fue construyendo la historia de la traición.

No se la perdonó a su ex jefe, ex amigo, ex patriarca.

Juró vengarse.

Cada vez que podía lo negaba tres veces:

“Ya no soy marinista”, “tengo mi propio proyecto”, “no tengo nada que agradecerle”.

Su primera tarea fue reconstruir la relación con Moreno Valle.

Luego se puso a trabajar en su estructura.

Con la cabeza fría empezó a recorrer los pueblos.

Y cuando sus interlocutores le preguntaban por Marín, Javier respondía:

“No sé. Hace mucho que no lo veo. El marinismo ha muerto. Ya nació el zavalismo”.

Poco a poco quedó en claro que la ruptura era en serio.

A los oídos del ex gobernador llegaron esas frases.

Las desdeñó de entrada.

Luego supo que eran reales.

Una tarde coincidieron ambos en una comida de pueblo.

Se vieron de reojo mientras cada uno saludaba a los otros invitados.

Cuando por fin estuvieron cerca no tuvieron más remedio que extenderse las manos.

Fue un saludo helado.

“Buenas tardes / buenas tardes”.

Y ya.

Las espaldas como escudos.

Con la estructura que ha venido construyendo, López Zavala está seguro que en el 2018 estará en las boletas.

Y no descarta ir por MORENA.

Un hermano muy querido de López Obrador es gran amigo de Javier.

Comen seguido.

Cenan seguido.

La salida de un buen puñado de priistas parece ser en serio.

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