La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía

 

Uno de los periodistas mexicanos que mejor conoce a los panistas es Álvaro Delgado, autor de dos libros básicos sobre El Yunque y reportero especial de la revista Proceso.

En su más reciente columna, Álvaro escribió varias líneas que descompusieron a los adictos al matrimonio Calderón-Zavala: “La campaña por la candidatura presidencial de Margarita Zavala languidece. Sin poder en el PAN, se refugia en burocracias que añoran la nómina. Inunda los medios con entrevistas obsequiosas, pero no esboza ni una sola idea. Como la esposa de Javier Duarte, repite como mantra ‘merezco ser candidata’, pero aburre hasta a sus empleados. Por eso irrumpe Felipe Calderón, su marido, para evitar el desastre.

“(…) Calderón, después de amagar con renunciar al PAN, ya hasta asiste a las reuniones de su partido, como a la sesión de la Comisión Permanente, el jueves 23, que ungió a Josefina Vázquez Mota como candidata a gobernadora del Estado de México, a quien él mismo confesó que la abandonó en 2012, cuando fue candidata presidencial.

“Pero no fue para respaldar a Vázquez Mota, a quien detesta, sino para argumentar que si ésta fue designada porque aparece en las encuestas como la más competitiva, entonces por la misma razón el PAN debe postular a Margarita Zavala como candidata presidencial y no, como lo pretende Ricardo Anaya, tras una elección interna con un padrón adulterado.

“(…) La irrupción pública de Calderón en los días recientes no es porque estuviera ausente de la campaña de Margarita Zavala –siempre ha sido el orquestador, junto con otros parientes–, sino porque está desesperado de que ella por sí misma no genere el más mínimo entusiasmo.

“Lo positivo de que Calderón asome la cabeza para tratar de levantar la marchita imagen de Margarita Zavala es que aclara quién es el que manda en esa campaña y si, llegado el momento, los mexicanos están dispuestos a reelegir a un hombrecillo de tan infausta gestión”.

Hasta aquí la larga, pero reveladora y necesaria y brutal cita.

En efecto: Calderón se mueve como dueño de su mujer en el peor momento, cuando los panistas no saben qué hacer en el Estado de México.

Sólo los ingenuos creen que Josefina Vázquez Mota, a quien Calderón detesta —según Álvaro Delgado—, podrá ganar las elecciones.

No podrá porque lleva en la frente varias irregularidades.

La primera, revelada en su momento por Raymundo Riva Palacio, un desorden alimenticio que tiene que ver con un desorden mental: la anorexia.

La segunda, exhibida recientemente por López Obrador, un desorden financiero en su fundación para ayudar a los migrantes: la corrupción.

(Muy legítimamente, el dueño de Morena quiere que Vázquez Mota explique a dónde fueron a parar los mil millones de pesos que le regaló el presidente Peña Nieto).

Con esos dos desordenes encima le será muy difícil a este personaje moverse medianamente por el Estado de México.

Y menos con un coordinador como Eduardo Rivera Pérez, que aunque nació en Toluca cree que el símbolo de su patria chica es la torta de chorizo.

Cuentan que López Obrador es el más contento con la subida al ring del impresentable Calderón.

Y es que el matrimonio, empezando por el señor de la casa, lleva el tufo de su pésimo sexenio por todos lados.

Una cubita libre con Bacardí blanco no le caería nada mal a Calderón.

Cuando menos lo distraería y le haría menos daño a su alicaída mujer.

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