La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Los cuadros emergentes de Morena y del PAN son desechables.

Vea el hipócrita lector:

Miguel Barbosa Huerta militó en su primera infancia en el PRI de Tehuacán.

Más tarde, ya instalado en Puebla, hizo una operación con los antiguos comunistas para apropiarse del PRD.

Cuando Barbosa quedó al frente de ese partido —adicto a Manuel Bartlett y a su gobierno—fue exhibido en diversos momentos por la prensa poblana.

Entre quienes dieron a conocer sus trapacerías estaba la entonces reportera Beatriz Gutiérrez Müeller.

No sólo Barbosa fue evidenciado.

Varios de los que hoy se sienten lopezobradorista fueron mostrados como lo que son: vividores del erario.

Y cuando hablamos del erario nos referimos a un erario priista.

Una vez en México, Barbosa se supo acomodar y fue ganándose la voluntad de los dueños del perredismo nacional.

A todos los parias del mundo fue conquistando con sus zalamerías.

Ya en el bolsillo todos ellos, decidió convertirse en un político profesional.

Primero fue diputado federal.

Luego, senador de la República.

El PRI, su aliado natural, lo hizo presidente de la Mesa Directiva.

Los reflectores lo hicieron aparecer como una estrella en un firmamento tricolor.

En 2006 y en 2012 apuñaló el sueño de la república amorosa de AMLO.

Hizo negocios bajo el agua.

Vendió su voz en consonancia con su voto.

Negó tres veces al mesías tropical.

Hoy, cuando sus aliados no tienen nada que ofrecer, ha recordado que sobre todo es un hombre de izquierda.

Pero no cualquier izquierda.

La izquierda de López Obrador.

Barbosa sabe que la gente carece de memoria.

Y eso lo usa para brincar de un barco a otro en la mitad de la noche mexicana.

Hoy, otra vez, está con quien ya confesó abiertamente que quiere volver al pasado:

Al pasado de los ferrocarriles y de los sueños lopezportillistas.

Al país del Milagro mexicano.

Barbosa no es el único paria en busca de un nuevo trabajo.

Otros, igualmente desprestigiados, ya vegetan a la sombra del árbol tabasqueño.

Creen, están convencidos, de que van por la ruta correcta: la de una revolución sin mancha.

Ya saltarán del barco si no llegan al cielo por asalto.

Ya extrañarán el maldito presupuesto.

Entonces, faltaba más, volverán a lo suyo:

La traición, la deslealtad, la negación reiterada del Mesías.

Es su naturaleza.

Y contra eso nadie puede.

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