La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía

 

Luis Miranda estaba furioso.

Severamente.

La reunión encabezada por el gobernador Tony Gali y por el secretario de Desarrollo Social, en el Salón de Gobernadores del CIS, estalló de pronto cuando Miranda se enteró que Enrique Doger, delegado del IMSS, había enviado a un representante: el célebre Kío: Enrique Chávez Estudillo.

Ahí estaban también todos los delegados federales.

Y más: el Gabinete estatal en pleno.

Fue entonces cuando Miranda se dirigió a Kío y con cejas alzadas le preguntó por Doger.

—Lo llamaron de oficinas centrales, señor— fue la respuesta.

Miranda lo miró y estalló.

El mensaje fue clarísimo.

Palabras más, palabras menos, le dijo que si el delegado tenía cosas más importantes que hacer era mejor que se dedicara a otras cosas.

Y más:

Que a él no le importaba si de oficinas centrales lo habían llamado de último momento.

Ufff.

Que su responsabilidad como delegado era acudir a ese tipo de encuentros, pero que si su “apretada agenda” no lo permitía que mejor se dedicara a temas de su conveniencia.

Y algo más:

Que el propio Miranda podría hablar con Mikel Arriola, director general del IMSS y pelotari exitoso, para que sea removido de inmediato.

Kío, alma generosa, sólo alcanzó a decir “sí, señor” y cerró los ojos como quien espera que pase el tranvía por avenida Circunvalación.

El resto de los asombrados oyentes entró en un estado absoluto de pena ajena.

Y un silencio de ala de mosca se apoderó de la reunión.

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