Su nombre es Luis Miguel Barbosa Huerta, el senador que ha controlado por más de dos décadas al PRD en Puebla y quien alcanzó la cima del poder político sin obtener un solo voto

Por Mario Galeana 

Alcanzó la cima del poder político sin obtener un solo voto. Hizo de la empobrecida Sierra Negra y del Valle de Tehuacán su bastión político. Ingresó al partido que lo llevó al punto más alto de su carrera cuando era un adulto de 35 años y, desde entonces, su andar ha estado marcado por las traiciones y, también, por la habilidad para escabullirse entre el poder.

Su nombre es Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta, el senador que ha controlado por más de dos décadas al PRD en Puebla y que, antes de ver su dominio derruirse, prefirió brincar al cobijo de Andrés Manuel López Obrador y Morena.

El senador ex perredista escaló las posiciones políticas más altas a través del sol azteca. / ARCHIVO
El senador ex perredista escaló las posiciones políticas más altas a través del sol azteca. / ARCHIVO

Su carta de renuncia al sol azteca –con carácter de “irrevocable”– colmó las principales páginas de política de los diarios de circulación nacional. Lo que no se dijo en aquel documento es que su pérdida del control del PRD en Puebla era un hecho, además de que el Valle de Tehuacán le ha dado la espalda.

Con cerca de 85 mil votos registrados en las elecciones del año pasado, el PRD obtuvo una de las peores votaciones en su historia. El Frente Izquierda Progresista (FIP) –la corriente perredista de Barbosa– y Alternativa Democrática Nacional (ADN) poco pudieron hacer por la ex candidata Roxana Luna Porquillo.

“Se está quedando sólo. Hay que ver los resultados electorales del año pasado: en Ajalpan, en Tehuacán… en todo el valle le fue terriblemente mal al PRD”, dice un líder de Nueva Izquierda (NI) en Puebla, la corriente que, junto a Foro Nuevo Sol (FNS) y el grupo Galileos, prepara la sucesión del control del sol azteca en el estado.

Las palabras de la líder estatal del PRD en Puebla, Socorro Quezada Tiempo, refuerzan la hipótesis. Quien asume a Barbosa Huerta como su “líder moral”, reconoce que se impedirá a toda costa, y bajo el argumento de que “no hay condiciones suficientes”, la renovación del Consejo Estatal: la “autoridad superior” del partido.

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—¿Y los estatutos? ¿No definen, acaso, la renovación necesaria del órgano?
—Afortunadamente ya revisé la ley y no hay algo que nos obligue (a hacerlo). No hay condiciones para que se lleve esto a cabo. Yo soy la presidenta y, así como vamos, yo creo que no habrá fecha —contesta, presurosa, la presidenta del Comité Ejecutivo Estatal (CEE) perredista.

—¿Usted se queda en el PRD para proteger los intereses de Barbosa?  —se le inquiere.
—Me quedo, pero no porque quiera proteger los intereses de nadie. Me quedo porque ha sido mi decisión. Creo en lo que hago. Creo que el PRD sigue siendo una opción en Puebla. Vamos a luchar contra la intentona del grupo de Rafael Moreno Valle de imponer a su señora esposa  —dice.

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La huida de Barbosa

El Consejo Estatal del PRD ronda los 220 integrantes. En una sesión ocurrida a finales de enero del año pasado, Nueva Izquierda y corrientes afines a ella intentaron, con el respaldo de 113 consejeros –según sus cálculos–, imponer una alianza con el PAN para la jornada electoral a gobernador.

Barbosa jugó, en aquel entonces, todas sus cartas. Hubo acusaciones de compra de votos y connatos de bronca. Y cada bloque de corrientes terminó sus propios acuerdos: unos aprobaron alianzas con la izquierda y otros con la derecha.

Pero, mediante la judicialización, el senador logró quebrar los acuerdos de las corrientes identificadas con Rafael Moreno Valle.

Ganó.

Versiones al interior del FIP sostienen que, posiblemente, esa fue la última lucha de Luis Miguel Barbosa en el PRD. Desde entonces, dicen, los recursos “no fluyen”.

“Nosotros veíamos que los recursos no bajaban, cuando en Nueva Izquierda se están soltando millones de pesos. No teníamos cómo mover a la estructura”, reconoce un trabajador de la dirigencia estatal.

En los últimos meses, Barbosa Huerta dijo a medios nacionales que quería ser candidato al gobierno de Puebla en 2018 pero que no contaba con un partido, puesto que Moreno Valle había tomado el control del PRD mediante afiliaciones masivas.

Y, fugaz, el mismo día de su renuncia al sol azteca apareció junto a López Obrador en el Estado de México, durante el arranque de campaña de Delfina Gómez, candidata por Morena a la gubernatura mexiquense.

Miró el abismo a sus pies y huyó.

El Senador Miguel Barbosa realiza su voto

Historia de traiciones

La de Luis Miguel Barbosa ha sido, sobre todo, una historia con dos caras. Traición a traición, el senador ha brincado de bando según sus intereses.

Llegó al PRD en Puebla desde 1993, por invitación de Jorge Méndez Spíndola, representante de la corriente Izquierda Democrática Nacional (IDN). Se hizo líder del partido en el estado cuatro años más tarde y, aprovechando la ausencia de Méndez Spíndola, conjuró con Nueva Izquierda y le arrebató el dominio de la estructura partidista.

“Siendo presidente estatal aprovechó mi ausencia. Me fui a la Ciudad de México a trabajar con el ingeniero (Cuauhtémoc) Cárdenas y eso influyó para que, finalmente, hiciera y deshiciera. Nos dio la espalda”, reconoció recientemente el propio Méndez Spíndola, en una entrevista otorgada al periódico Central.

De la mano de Nueva Izquierda, Barbosa alcanzó la cima del poder político. Fue líder nacional de esta corriente, diputado federal y, en 2013, se le amputó una pierna a causa de la diabetes que padece.

Nada impidió que en los primeros días de 2014 regresara al Senado de la República para ocupar la Mesa Directiva y, entonces, decidió romper su alianza con Nueva Izquierda.

“Él dejó de rendir cuentas al grupo. Negociaba sus propios intereses y dejó de ser el enlace para el que fue colocado en esa posición. Fue un traidor”, dice en entrevista un líder de NI en Puebla, bajo la condición del anonimato.

Finalmente, el senador ha abandonado al PRD para sumarse a Morena, partido que puja por convertirse en la primera fuerza política del país.

Y Barbosa se escabulle, otra vez.

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