La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía

 

Concluido el proceso electoral de 2010, y con una Secretaría de Finanzas técnicamente quebrada, Mario Marín y Juan Carlos Lastiri buscaron el apoyo del recién electo gobernador de Veracruz, hoy preso en Guatemala.

La idea era clara: que el líder de los priistas veracruzanos se hiciera cargo de una buena parte de los gastos que representaría la terapia intensiva de un partido sin gobierno.

Una vez que Javier Duarte tomó las riendas del gobierno de Veracruz, y empezó a tejer —como todo gobernador— sus sueños expansionistas, aceptó con gusto el reto y envío a Puebla —previa autorización del hoy prócer de la Democracia: Humberto Moreira, a la sazón líder nacional del PRI—a un delegado afín a Duarte.

¿Su nombre?

Rufino Márquez.

Este personaje de la picaresca fue el elegido para venir a “revitalizar” a los dañados priistas poblanos.

Al principio todo fue una jornada de vino y rosas.

Luego, el pésimo manejo de las candidaturas a diputados federales tuvo su costo y tuvo que regresar a Veracruz.

Una vez que Duarte entró en la espiral de la mala fortuna, y fue aprehendido este sábado en Guatemala, ha surgido una preocupación real entre algunos priistas poblanos:

¿Qué pasa si salen a relucir las aportaciones que Duarte hizo durante un año en el edificio de la Diagonal?

¿Qué sucede si son revelados los montos de dinero veracruzano —salidos del mismísimo erario—que fueron a parar a las campañas de varios candidatos poblanos en 2012?

Varios de los personajes que han perdido el sueño, y que hoy maman de la burocracia dorada en la ciudad de México, están preocupados por lo que Javier Duarte podría ocupar como moneda de cambio para aminorar el peso de la ley ante los procesos que están por iniciar.

La risita del ex gobernador exhibida después de su aprehensión parece decir mucho: hay mensajes ocultos tras de sí.

 

Un Pensionado en el PRI

Cuentan los que saben, y saben mucho, que desde hace algunos años —al parecer 10— hay un personaje que sólo se aparece en el PRI para cobrar.

Cada quincena llega, saluda, firma, cobra y se despide.

Siempre sonriente.

Y cómo no si le pagan bien por no mover un dedo.

18 mil al mes.

—¿Quién es nuestro “aviador”? ¿Quién lo protege? —es la pregunta cotidiana.

—Es el papá de un Caca Grande: un columnista poblano.

Y ya no hay más datos para los preguntones.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *