La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía

 

Muy cerca de la Avenida Juárez, en Teziutlán Sur 96 A, la hermana de Moisés Mansur —el principal prestanombres de Javier Duarte— ve pasar los toros y los camellos, y procura no recordar lo ocurrió en el sexenio del ex gobernador más inolvidable de Veracruz.

Y es que en los tiempos dorados, doña Pita Escudero —esposa de don Pablo, accionista de Estrella Roja— surtía de flores y carpas a su entrañable amigo.

O ex amigo.

Dos razones sociales están involucradas en esa delirante relación:

Alquiladora y Eventos Celebra SA de CV y Carpas Casa Blanca de Puebla.

De hecho, en internet, las dos razones sociales conducen a la Florería Celebra, ubicada en Teziutlán Sur 96 A, colonia La Paz, Código Postal 72160.

Durante el feliz gobierno del matrimonio Duarte-Macías (feliz para ellos, infeliz para el infelizaje), doña Pita Mansur iba una y otra vez a Veracruz para coordinar que las carpas que todos los días le contrataban estuvieran bien montadas.

¿Y qué decir de las decenas de millones o billones o trillones de flores que adornaron los actos del binomio Duarte-Mansur?

Doña Pita surtía y decoraba todo con el excelente gusto que le caracteriza.

Pero las historias rosas un día se tornan oscuras como las mandrágoras: esas exóticas flores negras del surrealismo.

Tras la revelación de la trama de la corrupción de los Duarte, reporteada muy puntualmente por Luis Pavón —colaborador de 24 Horas Puebla— en el noticiero “Despierta con Loret”, sobrevino la danza de las deslealtades.

Y es que Moisés Mansur traicionó a Javier Duarte y le entregó a Miguel Ángel Yunes la ruta del dinero black.

Dicen las amigas de doña Pita que ella entró en una severa crisis emocional y que dejó de dormir y de comer.

No podía ser de otra manera, pues una de esas rutas de contratos inexplicables, exasperantes y absurdos conduce a la Florería Celebra.

Un capítulo falta en esta trama:

El hijo del matrimonio Escudero-Mansur fue secretario particular de Duarte durante varios años.

Cuando el barco pirata empezó a hundirse, nuestro héroe renunció.

Y regresó a Puebla.

“Nunca firmó documentos”, acotaron sus familiares.

No era necesario.

Por sus ojos pasaron negocios sucios, dinero black, personajes siniestros y encuentros indecorosos.

Sus oídos escucharon todo lo que un particular puede captar:

Conversaciones, gritos y susurros.

(Todo aquello que vuelve cómplice a quien forma parte —ineludiblemente— de un grupo de la delincuencia organizada).

Regresó a Puebla queriendo escapar de la pesadilla.

Y arrancó un jugoso negocio.

Con varios inversionistas compró a un precio miserable quinientas hectáreas por la zona de Atlixco, ahí donde Rafael Moreno Valle construyó la ruta que une a la vieja carretera a Atlixco con la autopista.

La plusvalía de los terrenos se fue a los cielos.

Abelardo Sánchez Guzmán —hijo del poderoso “Don Abelardo”, gran figura de la ultraderecha poblana— fue uno de los socios fundadores.

Y digo “fue” porque cuando los Escudero Mansur detectaron que les estaba comiendo las ostras decidieron liquidarlo.

Ahora van solos en esta aventura —menos riesgosa que la veracruzana— destinada a hacer lujosos fraccionamientos en una zona históricamente olvidada.

Si usted los encuentra, salúdelos.

Y más: felicítelos.

Pero no les mencione a Javier Duarte o a Karime Macías.

No les eche a perder el poco sueño que les queda.

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