La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

El “demócrata” Manuel Bartlett Díaz fue un soldado del PRI que se pintaba la cara de negro cada vez que se iba a la guerra.

Como secretario de Gobernación federal, fue a cien batallas y amedrentó a políticos, empresarios y periodistas.

Jamás le tembló la mano.

Lo mismo operó el “fraude patriótico” —a mediados de los años ochenta en Chihuahua—que la “caída del Sistema”—a finales de esa misma década.

Tenía una consigna:

“El jefe es el jefe, y el jefe nunca se equivoca”.

Así actuó siempre el soldado Bartlett.

Una vez que fue con su terapeuta, empezó a hablar mal del PRI —que es como hablar pestes de la ex esposa— y se puso el traje de “nuevo demócrata”.

Esa mutación lo ha llevado a tener otro jefe —Bartlett es un amante irredento de las jefaturas—: Andrés Manuel López Obrador.

En una reciente entrevista de El Universal, el soldado Bartlett vuelve a aparecer con el rostro pintado de negro y con un cuchillo en la boca.

Quiere ir a la guerra para pelear por su jefe.

Vea el hipócrita lector al senador que acuerda en lo “oscuro” con Emilio Gamboa en su nuevo papel de adulador de López Obrador.

Cada vez que puede, y puede mucho, habla de la “adhesión” incondicional al proyecto de AMLO.

Dicha palabra la escupe  una docena de veces.

“Es importante (…) la adhesión a López Obrador. (…) Los senadores se adhirieron a López Obrador. (…) Nos queda claro que no hay otro camino que (…) la adhesión a López Obrador”.

Durante el stalinismo sólo había un Dios: José Stalin.

Los poetas le cantaban abiertamente, y quienes no lo hicieran eran enviados a Siberia y a los hospitales psiquiátricos.

El “padrecito” Stalin era la única figura que presidía lealtades, adhesiones y desfiles.

Stalin vivía en el corazón de los científicos, la burocracia y el socialismo internacional.

Cuando Trotski se opuso al “padrecito” fue asesinado en su casa de Coyoacán.

La poeta Ana Ajmatova terminó en un hospital psiquiátrico por ser una “burguesa romántica”.

Su error fue no haber caído en el culto a la personalidad hacia la figura de Stalin.

En su más reciente libro —Dos revolucionarios a la sombra de Madero. Editorial Ariel, México 2016—, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, le rinde tributo a un mediocre poeta —Solón Argüello—, que era muy malo para hacer versos, pero muy bueno para idolatrar, en este caso, a Francisco I. Madero.

(Eso lo hizo escalar puestos en la burocracia, pero no le dio las credenciales necesarias para ser incluido  en las antologías serias de la poesía hispanoamericana. Para subsanar ese vacío, Beatriz está por publicar una selección de poemas del nicaragüense).

Para el “demócrata” Bartlett, AMLO es su nuevo Stalin: el “padrecito” al que hay que rendirle tributo diariamente.

Regresemos a su entrevista con El Universal:

Cuando se refiere a la línea que seguirán tanto nuestro personaje como los otros senadores que se “adhirieron” al “padrecito” AMLO —encabezados por ese otro “nuevo demócrata” Miguel Barbosa—, no titubea:

“Hay una línea que es evidentemente ideológica y política. (…) Es una línea de izquierda. Pero en lo particular aquí es la línea de Andrés Manuel López Obrador. Él no es una persona de estar dando señales todos los días. Hay que interpretar cuál es nuestra posición en tal punto. Siempre la línea política es Andrés Manuel López Obrador”.

Ya no es Bartlett quien habla: es Zhdánov, el  comisario cultural de Stalin.

Los reporteros Juan Arvizu y Alberto Morales le hacen una pregunta provocadora:

—¿Lo que diga el líder?

—La línea es ésta (muestra la portada del libro “2018, la salida”, con un retrato del tabasqueño). La relación ideológica política la resumo: se llama Andrés Manuel López Obrador. Es el dirigente de izquierda más importante de este país”.

Y le faltó agregar:

¡Es nuestro padrote! ¡Es nuestro padrecito!

Bartlett no se ruboriza.

Derrama miel como quien derrama rezos:

—Lo que coincida con el pensamiento de Andrés Manuel será para nosotros una directriz muy clara a favor o en contra. (…) No puedes presentar iniciativas que choquen con los planteamientos generales de (…) Andrés Manuel López Obrador. (…) Es la bancada de López Obrador. (…) Así como los priistas están vinculados al presidente Peña Nieto, nosotros estamos con éste (señala el libro de AMLO), precisamente.

Los reporteros le preguntan más adelante:

—¿Por qué le tiene usted tanta fe a López Obrador?

—Mi fe es total. Claro que tengo fe en él. (…) Él es lo que México necesita. (…) Su honestidad, su vida personal, su trabajo perpetuo con la gente. (…) Es el hombre.”

Ufff.

No puedo seguir leyendo más.

De algo estoy convencido: el sacristán Bartlett es capaz de besar los pies del Padrecito AMLO.

Su adulación no es de este mundo.

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