La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Josefina Vázquez Mota es un fracaso electoral.

Esto no es ninguna novedad, es —diría el clásico— una verdad de Perogrullo.

Desde la campaña presidencial de 2012 era un hecho que la hoy candidata del PAN en el estado de México no tenía cabeza para contender en elección alguna.

Hace cinco años quedó en tercer lugar.

Hoy, gracias a su hija Majo y a Eduardo Rivera Pérez, entre otros, ya va en cuarto lugar.

El periodista Alvaro Delgado detalló en una columna publicada en El Heraldo de México que María José, hija de Josefina, era quien en realidad mandaba en la campaña.

Es ella y no su coordinador quien toma las decisiones más importantes.

Se mete en los dineros, despide estrategas, contrata operadores…

Ufff.

Y lo peor es que su mamá sólo le hace caso a ella.

Frente a esa crisis, en Los Pinos ya se encendió la alerta roja.

Y es que temen que el desplome de la Señora Anorexia provoque una fuga masiva de votos panistas a MORENA.

Por eso, y para calmar las aguas, ya inició una operación que bien podría llamarse “¡Salvemos a Josefina!”.

Hasta el impresentable Felipe Calderón salió en un video a darle su apoyo a quien abandonó en 2012.

¿Y qué decir de la supuesta alianza entre PAN y PRD?

El efecto esperado tras ese anuncio es que los votos panistas no cambien de corral.

El problema es uno:

La mente de quienes son víctimas de ese desorden alimenticio —dice un artículo del periódico El Mundo, de España— “no funciona como la de los demás. Sus respuestas ante el placer y la recompensa están alteradas y se preocupan más de lo normal por las consecuencias de sus acciones. (…) Las personas que poseen estas peculiaridades son más propensas a desarrollar comportamientos obsesivos que desemboquen, por ejemplo, en la anorexia”.

En otras palabras, la señal de Los Pinos quizá pueda ser entendida por la protagonista de esta trama allá por el verano o el otoño.

Pero de 2018.

 

Un Plagio en Letras Libres

Juan Carlos Romero Puga publicó el viernes 19 de mayo un artículo en el portal de Letras Libres bajo el nombre de “Periodismo huachicol”.

Todo hubiera sido perfecto de no ser porque plagió un reportaje mío publicado en 24 Horas Puebla el viernes 12 de mayo.

Cuando el reportero Mario Galena me envió la liga del artículo jamás imaginé que la revista en la que Guillermo Sheridan ha exhibido todo tipo de plagios literarios cayera en ese tipo de prácticas.

Leí el artículo y pronto empecé a ver no las semejanzas sino el plagio absoluto.

Escribí un primer tuit sobre el tema.

Luego un segundo.

Luego un tercero.

Gracias a que un tuitero arrobó a Romero Puga hubo una respuesta a mi indignado tuit:

“El texto tiene links a tu texto en 24 Horas”.

“Ya lo chequé, y sí, en efecto, hay varias ligas, pero ninguna conduce a mi reportaje del que tomaste el arranque de tu comentario”, le dije.

“Incluiré uno en los dos primeros párrafos para una referencia más directa”, me dijo.

“Quedaré muy agradecido”, le dije.

“El caso me pareció impresentable y un reportero me compartió tu texto. Me pareció muy útil”, me dijo.

Ya se ve qué tan útil.

Y es que le sirvió para construir un artículo entero sin despeinarse.

Le bastó tomar datos duros de aquí y de allá.

Luego los metió en una licuadora.

Esperó tres minutos.

Vertió el contenido —impresentable— en un plato de peltre y lo envió a Letras Libres.

La promesa de Romero Puga en el sentido de hacer una referencia más directa nunca se cumplió.

(Han pasado 48 horas y no se ve corrección alguna de su plagio).

Por si fuera poco, el articulista borró los tuits que me envió.

Así.

Tranquilamente.

Con la misma calma chicha a la que recurrió al plagiar mi reportaje.

Antes de cerrar mi columna, revisé Letras Libres con la esperanza de que San Martín de Porres me hubiera hecho el milagrito de la corrección.

Nada.

Ni una luz.

Lo que sí noté es que mi reportaje plagiado estaba entre lo más visto de la revista.

Bueno, me dije.

Algo es algo.

1q 2q 3q

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