La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Este martes fui a la Fiscalía General a presentar una denuncia en contra de un esbirro del cacique gordo de San Martín Texmelucan.

¿Por qué lo hice?

Vea el hipócrita lector las razones.

No soy un tipo que ande denunciando a todo mundo.

De hecho, sólo he presentado dos denuncias en mi vida.

La primera, contra el gobernador Mario Marín Torres.

La segunda, contra el dueño de un grupo periodístico.

Este domingo mi columna cumplirá veintiún años de publicarse ininterrumpidamente.

A lo largo de ese periodo (1996-2017) he enfrentado las fobias de dos gobernadores (Manuel Bartlett y Marín), de decenas de diputados y senadores, de centenas de personajes ruines y de un puñado de amigos que con el tiempo se hicieron verdaderos amigos.

Bartlett es, antes que nada, un profesional al que se le puede temer.

Técnicamente hablando, es un actor sobrado que hizo el papel de villano a lo largo de décadas.

Pero un día se cansó y se compró otra cara: la del demócrata puro de noble corazón y gran cabeza.

Bartlett el Malo era, sí, faltaba más, muy malo.

Daba miedo.

Sobre todo cuando se llevaba la mano al mentón, endurecía el gesto, apretaba el puño, entrecerraba los ojos y enviaba la mirada 1984 que tanta fama le dio en su momento.

“Usted cree que no le entendí lo que quiso decirme, pero sí le entendí”, me dijo una tarde en el Salón Gobernadores del antiguo Palacio de Gobierno de la avenida Reforma.

Yo me quedé mudo.

Mudo y sorprendido.

Mudo, sorprendido y desencajado.

Le acababa de preguntar que hasta dónde sería capaz de llegar con tal de ganar las elecciones que se venían.

Pensé que me respondería cualquier cosa.

Una bagatela.

No fue así.

Y es que de pronto volteó, me clavó la mirada 1984, me señaló con un dedo índice y me dejó viviendo en el insomnio varias noches.

Algunos amigos me ayudaron a desentrañar su mensaje:

“Te va a partir la madre”, “te va a mandar a matar”, “va a hacer que te corran de tu periódico”, “Te va a poner un susto”.

No fue así.

Ahora me queda claro todo.

Bartlett es un político profesional que soluciona las cosas dentro de ese ámbito.

Con Mario Marín enfrenté —junto con algunos compañeros— una persecución singular: la de un gobernador ofendido y enojado.

En dos patadas nos echó de una radiodifusora —y, en consecuencia, de nuestro programa— y nos sometió a un escrutinio peligroso.

Fuimos a México a demandarlo en la PGR.

Nos respondió con una demanda personal.

Y más:

Con un ambiente hostil generado por versiones de todo tipo:

“No salgas de noche, pero sí sales, no bebas, pero si bebes, no manejes, pero si manejas, no te descuides, pero si te descuidas, respira profundo”.

Ufff.

Otros me decían que no dejara mi auto con el valet parking porque una noche podrían aparecer en la cajuela:

  1. A) Un cadáver.
  2. B) Dos cadáveres.
  3. C) Una bolsa de cocaína.
  4. D) Dos bolsas de cocaína.
  5. E) Armas de uso exclusivo del ejército.
  6. F) Un cadáver, una bolsa de cocaína y armas de uso exclusivo del ejército.

Para evitar sorpresas desagradables me fui a un exilio interior: no salí de mi casa durante un año.

Ahora, al paso de los años, veo las cosas con mayor claridad: pese a todo, Mario Marín es un político profesional que soluciona las cosas dentro de ese ámbito.

Enfrentarse a los políticos profesionales es como ser víctima de una banda de secuestradores profesionales: todo estará bien mientras no tenga que estar mal.

He leído varios testimonios de gente que en su momento estuvo secuestrada.

Una buena parte da gracias de haber sido privada de su libertad por profesionales del ramo.

Lo mismo dicen sobre los asaltos a mano armada: “Si es un profesional sólo te quitará tu reloj. Si no lo es, te quitará el reloj y te matará”.

En la vida, pues, no hay nada como enfrentarse a los profesionales.

La banda del señor Manuel Valencia Martínez, líder de los tianguistas de San Martín Texmelucan, está formada por tipos peligrosos que ya han estado en prisión porque a la hora de la hora se pusieron nerviosos y se les salió un balazo.

Uno de sus esbirros habló hace unos días a la redacción de 24 Horas Puebla y sumamente nervioso gritó cosas de pésimo gusto dobladas de amenazas.

Luego, horas después, el propio señor Valencia ofreció una rueda de prensa en la que me mencionó de nombre y me adjudicó una solubilidad económica que no tengo, lo que me hace vulnerable a los ojos de algunos.

Y si a esto le sumamos una campaña de hostigamiento en redes, y un par de mensajes aparentemente ominosos, la cosa no es nada agradable que digamos.

Por eso mismo, pues, acudí a la Fiscalía General de Puebla a presentar una denuncia, lo que está lejos, muy lejos, de ser una práctica cotidiana en estos veintiún años de la Quinta Columna.

Es cuanto, querido hipócrita lector.

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