AZUR

La Quinta Columna

Por Mario Alberto Mejía 

Con un oportunismo inédito a cuestas, Alberto Jiménez Merino iba a anunciar su salida del PRI al mismo tiempo que —si ganaba MORENA— en todo el país un buen número de bases del partidazo empezaía a emigrar al partido de López Obrador.

El triunfo de Delfina Gómez, si fuera reconocido en los próximos días en un escenario de primer mundo, sería el triunfo de López Obrador, y con éste se cerraría un ciclo en la vida de México.

Si estuviéramos en Noruega, y a partir de que se cumpliera ese escenario, las reglas cambiarían.

México entraría en ese sentido imaginario a una fase inédita en la que todo puede pasar.

López Obrador no se habría equivocado al poner como antesala de 2018 la elección del Estado de México.

En Los Pinos, en cambio, se habrían equivocado al caer en el juego del lopezobradorismo.

Tanta importancia le dieron a esta elección que pusieron al Gabinete a trabajar de tiempo completo en la entidad de Peña Nieto y Del Mazo.

Grave error:

Evidenciaron que un triunfo del PRI lo haría fuerte y robusto frente a 2018.

En consecuencia —aunque eso no lo dijeron—: un triunfo de MORENA dejaría al PRI en calidad de parias.

El partido del presidente le apostó al voto del hambre.

A eso le sumaron miles de millones de pesos en operación electoral y una jornada de miedo para ahuyentar el voto.

En un eventual y casi increíble resultado a favor de MORENA dejaría en claro que era real el hartazgo del que nos venían hablando en todos lados y que hoy la gente habría votado por el cambio.

(En la elección de 2000 pasó lo mismo, pero el cambio sólo llegó a los bolsillos de los panistas).

Decir que “el país cambió” suena trillado.

Hoy sería un hecho absoluto.

(En México no basta con que el país cambié: tendrían que cambiar también las instituciones).

Por enésima vez ante un escenario noruego, muchos oportunistas como Alejandro Armenta, Miguel Barbosa y José Juan Espinosa celebrarían algo en lo que no han tenido que ver, una vez que hasta hace poco eran parte —cada uno a su manera—de la Mafia del Poder.

El triunfo —eventual, casi increíble— ni siquiera sería de la maestra Delfina Gómez.

La victoria sólo tendría un padre: López Obrador, quien se jugó todo por ganarle a Peña Nieto.

Hoy que las bases priistas y perredistas están esperando iniciar el viaje a la tierra prometida —el bolsillo de AMLO—, muchos oportunistas mostrarán de qué están hecho.

El marinista Jiménez Merino, por ejemplo, esperó a que llegara este día para salir del PRI.

(¿Renunciará en esta trama no planeada?).

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?, podría decirle el Peje a esos marinistas que empezarían a hostigarlo con alabanzas gratuitas o falsas en caso de que el escenario del que hemos venido hablando se cumpliera.

El riesgo es uno: que la percepción pública no se equivoca: Elba Esther Gordillo y Mario Marín son los nuevos aliados de López Obrador para combatir a la Mafia en el Poder.

Algunos de los principales operadores de los dos ya están con él.

Hay evidencias probadas de esos acuerdos.

Ya se sabe:

El Mesías Tropical —como lo llamó Enrique Krauze— lo seguirá negando.

Y lo hará entre risas.

Ya está blindado.

Nada lo puede afectar.

Cuando menos hasta hoy.

Los días, las semanas, los meses que vienen serán básicos para ver de qué está hecho López Obrador.

 

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