La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía @QuintaMam 

 

Los familiares de los políticos profesionales son un dolor de cabeza.

Normalmente les generan problemas y los arrastran con sus decisiones u opiniones.

Podría citar veinte casos recientes.

Me quedo con unos cuantos.

María José, hija de Josefina Vázquez Mota, contribuyó a llevarla al cuarto lugar.

En pocas palabras: la hizo perder tiempo, dinero y esfuerzo.

El yerno de Trump está llevando a su suegro a un callejón sin salida donde la mirada de Putin es lo más sobresaliente.

Cada vez qué hay una pifia en la administración Trump se ven las manos del esposo de Ivanka.

En la región poblana hay un caso espeluznante que retrató con gran pluma el reportero Mario Galeana.

No puedo sino reproducir un fragmentos de su excelente reportaje publicado este lunes en 24 Horas Puebla.

Dos actores son los protagónicos:

Uno, el alcalde José Juan Espinosa.

Otro, Luis Antonio Rodríguez Espinosa.

El primero es el tío cariñoso que colocó a su sobrino en el chiquero de su administración:

La Comisaría de Seguridad Pública y Vialidad.

El segundo es el sobrino consentido que no pudo cerrar los ojos ante la porqueriza.

¿Qué hizo?

Con unos tragos de más se puso a contarles a dos policías todo lo que ocurría en la marranera de San Pedro Cholula.

El resultado fue espeluznante.

Las redes se incendiaron con descalificaciones para José Juan Espinosa, quien pretende ingenuamente convertirse en candidato de López Obrador a la gubernatura de Puebla.

No le faltaron defensores oficiosos.

Dos casos lamentables:

Gabriel Biestro, dirigente estatal de MORENA, y Socorro Quezada, dirigente estatal del PRD.

Los dos defendieron la marranera muy quitados de la pena.

Y exculparon a José Juan.

No podía ser de otra manera:

Sus partidos viven hoy en día tal descrédito que una mancha más al tigre ya no importa.

¿López Obrador, patrón de ambos, estará de acuerdo en ensuciar más el patio trasero de su partido?

¿No han sido suficientes los recientes casos de corrupción de sus cercanos?

¿En serio quieren más estiércol?

Si la respuesta es sí, van por el rumbo adecuado.

Si la respuesta es no, AMLO tendría que llamarles la atención.

Otros defensores de José Juan adujeron que su sobrino es niño y borracho.

Tal cual.

Como si ser niño —en realidad es un niñato que está a punto de llegar a la mayoría de edad— lo descalificara.

Y como si los borrachos fueran unos mentirosos.

Dice la célebre frase que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad.

Luis Antonio, al decir de quienes lo conocen, es niño y borracho.

Eso le da a sus dichos sobre la marranera de su tío una doble veracidad.

Dejo al hipócrita lector con un fragmento de la crónica de Mario Galeana sobre este caso que ya puso a temblar a José Juan Espinosa y a su mozo de estoques y —ahora vemos— de mafia: Ignacio Molina.

“Si hubiese que trazar un mapa de corrupción, Luis Antonio Rodríguez Espinosa no tendría dudas: iniciaría con dos jueces calificadores y con `el comandante Raúl´. Luego llegaría a Ignacio Molina Huerta, secretario general del Ayuntamiento de San Pedro Cholula, y a Juan Pablo Silva Ochoa, el jefe de Oficina de la presidencia del municipio.

“Pero toda aquella maraña de dinero recaudado por la noche tendría un destino final: los bolsillos de su tío, el alcalde José Juan Espinosa Torres.

“`La infracción está en 25 mil pesos. Entonces les dicen ‘a ver, dame siete mil a mí y metemos 700 a la caja’. ¿Cuánto se están llevando? ¿Cuánto puede ser para el presidente? ¿Para Nacho Molina?’, pregunta Luis Antonio Rodríguez Espinosa.

“Es una noche tranquila en las afueras de la Comisaría municipal. El sobrino del presidente habla con dos policías municipales anónimos. Uno de ellos, sin que Luis Antonio lo sepa, carga un celular que graba la conversación entera.

“—O sea, ¿esa lana que sacan los jueces es para Nacho Molina? —pregunta uno de los policías.

“—Ajá.

“—No, pues sí.

“—No mames, imagínate en los operativos cuánto se han de llevar esos güeyes. Fácil, fácil, ahora debe haber unos 40 o 35 mil pesos para ellos —calcula Luis Antonio Rodríguez Espinosa.

“—¿Cada cuánto?

“—Cada noche. Cada (noche de) los tres días de operativo.

“—O sea, tú los has torcido que sí se llevan…

“—Sí, yo he estado en pláticas con esos güeyes.

—Y de eso, ¿cuánto le dan a aquel, entonces?

“—No mames, le han de dar como 15 mil —contesta.

“La conversación supone que ‘aquél’, el que se lleva más de un tercio de lo que se recauda, pueden ser Ignacio Molina o el presidente municipal de San Pedro Cholula, un hombre por el que Luis Antonio se siente protegido.

“Según él, Espinosa Torres le envía a su jefe de Oficina, Pablo Silva Ochoa, cada vez que se mete en problemas: ‘José Juan siempre le ha dicho a Pablo Silva que nos cuide a mi hermano y a mí. Por cualquier pendejada. Tú date cuenta. Una pendejada… y viene el pinche Pablo Silva por nosotros’.

“El sobrino de José Juan Espinosa Torres involucra también en la red de corrupción a Silva Ochoa, a un ‘comandante Raúl’ y a los dos jueces calificadores de San Pedro Cholula, José Armando Jaramillo Huitzil y Agustín Domínguez Pacheco, aunque nunca los menciona por su nombre.

“—Los abogados, los jueces… güeyes que ustedes se chingan o agarran, esos güeyes sacan provecho de ellos —se sincera Luis Antonio Rodríguez Espinosa.

“—O sea que ellos son los que le bailan y le dan al presidente la feria…

“—Sí.

“—Y nosotros como pendejos llevándoles a todos.

“—Exactamente —dice, burlón, el sobrino del alcalde.

“—¿Como cuánto se lleva ese güey, el Raúl?

“—¡Puta madre! El Raúl se lleva como… te voy a decir por qué. Lo analicé, lo estudié y le pregunté a (Juan Pablo) Silva. Oye, Silva, ahí en la Comandancia parece puta mafia, güey. Y Silva me pregunta por qué, y le digo pinche Raúl, güey, se chingan un chingo de billete. ‘Tú déjalo, tú déjalo, no te vayas a meter en pedos’, me dijo. Así me dijo. Pero por qué me lo dijo así, güey. Tiene que haber un pinche por qué.

“—Ha de estar recibiendo él también… —apuesta el policía.

“Y Luis Antonio asiente con la cabeza.”

Nota bene: Las lecciones que José Juan Espinosa no debe olvidar tras su crisis de hoy: No metas a trabajar a tu sobrino a la Comisaría, y si lo metes, no lo dejes beber, y si bebe, no lo dejes hablar.

Servido.

 

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