La Quinta Columna

Por Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Toda clase de personajes están acercándose a López Obrador:

Desde el inimitable Alejandro Armenta hasta el desaparecido Antonio Peniche García, a quien Fernando Manzanilla bautizó como Penumbra en los tiempos en que ambos trabajaban en la Secretaría de Finanzas.

Hoy, quién lo dijera, Manzanilla y Peniche ya son uno mismo en la guerra que sostienen contra su antiguo jefe: Rafael Moreno Valle.

No los junta la amistad, sino la enemistad.

No las filias: las fobias.

No la construcción: la destrucción.

Fuentes de su entorno aseguran que Peniche ya se metió de lleno al proyecto de Manzanilla, que no es otro que el proyecto de López Obrador.

Los agravios del pasado descansan en una heladera.

No se olvidaron: se pospusieron.

Metidos, pues, en la conquista de Los Pinos para un proletariado sin cabeza, nuestros héroes arman estrategias, afinan proyectos y velan las armas.

Peniche García formó parte del Grupo Finanzas hasta que Manzanilla detectó una traición imperdonable.

Y es que mientras el equipo compacto de Moreno Valle trabajaba con todo en aquel 2003 por la candidatura a Casa Puebla, monsieur Peniche jugaba en otras dos bandas:

La de Mario Marín y la de don Guillermo Pacheco Pulido.

Descubierta la traición, Manzanilla, convertido en Torquemada, se llenó de rabia y lo expulsó del grupo.

Exiliado en su propia tierra, Peniche tocó las puertas de Marín —una vez que la Revolución ungió a éste como candidato— y fue enviado como avanzada a la campaña de Enrique Doger Guerrero, abanderado del PRI a la alcaldía de Puebla.

La oficina que le dieron carecía de baño propio, además de ser excesivamente pequeña.

Como no cabía su ego, protestó.

Pidió una más grande y con baño particular.

Fue inútil.

Beto Ventosa, a la sazón coordinador de campaña de Doger, se la negó tres veces.

Monsieur Peniche se fue evaporando lentamente.

Un día se esfumó.

Se volvió a saber de él cuando quien esto escribe lo detectó en Pachuca, Hidalgo, como delegado federal de la SCT.

Tras diversas irregularidades fue removido.

Hoy está de vuelta, pero del lado de la izquierda mexicana: esa izquierda en la que caben hasta los yernos de Elba Esther Gordillo o los autores del Fraude Patriótico.

Peniche conoce bien a estos últimos y hasta trabajó para ellos.

¿Cómo olvidarlo?

Manuel Bartlett le regaló una beca siendo gobernador de Puebla para que estudiara un doctorado en París.

Hoy está de vuelta en el corral de antiguos enemigos.

Todos juntos cantan la Internacional y levantan el puño izquierdo.

Y representan al proletariado.

Siempre, faltaba más, desde los salones perfumados y los guantes blanquísimos.

Pobre patria mía.

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