La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

El duque Fernando Manzanilla Prieto presume de ser el hombre más feliz del mundo —más que Bozo el Payaso, más que Semillita, más que López Obrador.

Lo cierto es que su amargura no le alcanza ni para una regiduría.

Vea el hipócrita lector:

Primero dijo que lo único que le interesaba era ser candidato a gobernador por Morena para ganarle a Martha Erika Alonso de Moreno Valle, a quien le tiene un odio misógino que sólo Freud y Lacan entenderían.

Luego se jactó de tener una cercanía brutal con AMLO, misma que le permitiría llegar a dicha candidatura sin necesidad de pasar por los “mugrosos consejeros” —así les dice— de Morena en Puebla.

Hijo de una duquesa española, como es, el duquesito se cree merecedor de todas las coronas.

Faltaba más.

Lo malo es que el síndrome de la derrota lo volvió a hacer presa —es parte de su biografía—y a la hora de la hora prefirió no contender ante los “mugrosos consejeros” para no ser víctima del “odio de clase” que lo atormenta.

Fue entonces cuando dejó atrás su odio misógino contra Martha Érika para buscarle una salida a sus fijaciones.

Y decidió, faltaba menos, llegar al Senado vía Morena.

Lo que no sabe es que tendrá que enfrentarse a sus odiados “mugrosos consejeros”, a los que tendrá que convencer de que es la mejor opción.

Lástima:

Entre esos “mugrosos” empieza a circular un documento que lo exhibe de una manera brutal como un arribista, mediocre y duque venido a menos.

No sabe que los autores del mismo son ex empleados suyos que sufrieron todas las humillaciones posibles.

Es la ley de la vida.

La ley de los duques.

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