La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía @QuintaMam 

En años anteriores, cuando el Consejo Político Nacional del PRI se reunía para aprobar el método de elección de su candidato a la Presidencia de la República pasaban entre cinco y siete días para que los consejos políticos estatales lo ratificaran.

Bastaba como hoy con el cincuenta por ciento más uno para que la propuesta fuese legal.

Lo inusual de la convocatoria dada a conocer este martes es que los treinta y un consejos estatales, más el de la Ciudad de México, aprobarán el método al día siguiente que lo haga el Consejo Nacional.

Es decir: el cien por ciento el mismo día.

La orden que salió de la oficina de Enrique Ochoa Reza, dirigente nacional del PRI, fue fulminante: “el lunes a primera hora quiero las treinta y dos actas aprobadas por unanimidad en mi escritorio”.

¿A qué se deben la prisa y la unanimidad?

Esta cadena de actos inusuales sólo puede obedecer a que en cualquier momento nos vamos a enfrentar a una estrategia de relojería suiza del tipo del “Calibre 89”, de Patek Philippe: el reloj más complejo jamás producido nunca, pues tiene mil 728 componentes.

Así están trabajando las cosas en el PRI en aras de que la decisión final del presidente Peña Nieto no tenga la menor sombra de duda y, menos aún, de error.

Peña Nieto es quizá el presidente que más está disfrutando la liturgia de la sucesión.

Así lo hicieron ver algunos columnistas que se reunieron con él y los cuatro finalistas —Meade, Osorio Chong, Nuño y Narro— en el salón Adolfo López Mateos de Los Pinos.

No es gratuito que dicho encuentro —en el que se ofrecieron algunas claves de la sucesión— se haya dado en el salón que lleva el nombre del autor de una reflexión muy recurrente: “En el primer año la gente te dice que eres dios… y te molesta.

“En el segundo año te dicen que eres dios… y lo toleras.

“En el tercer año te dicen que eres dios… y te empieza a agradar.

“En el cuarto año necesitas que te digan que eres dios.

“En el quinto año te dicen que eres dios… y eres dios.

“Y en el sexto año sólo dios sabe lo que los demás piensan de ti”.

En el quinto año del presidente todo está preparado para una decisión que involucra los atributos de ese dios laico: poder brutal y decisión sin titubeos.

Peña Nieto quiso ser presidente desde niño y siempre vestía de traje.

Aprendía discursos de memoria y era conocido como el “licenciadito”.

Hoy, en la antesala de su salida, está disfrutando la unción que viene.

Y lo hace sumando todo: notas, silencios, claves, alteraciones.

Lo que viene es previsible:

El candidato —su candidato— acudirá a su registro como precandidato acompañado de los líderes de los tres sectores, quienes antes, en corto, se sumarán jubilosos a la decisión presidencial.

Luego se habrá de registrar un Licenciado X o una Compañera Y, que habrá de cubrir las formas para que haya una contienda interna, misma que le permitirá al ungido recorrer el país, negociar con los liderazgos —políticos y económicos—, establecer alianzas —visibles y ominosas— y estrenar su discurso: un discurso que incluya, llegado el caso, una crítica a la administración de su tutor.

Lo que sigue llamando la atención es esa cadena de actos inusuales.

Tanta prisa mete dudas.

Tanta duda mete prisa.

 

Las Claves del Poder

Algo que llamó la atención en las crónicas sobre el encuentro con el presidente y los cuatro finalistas fue que José Antonio Meade fue el único que acompañó a Peña Nieto a saludar de mano a cada uno de los periodistas convocados.

En ese sentido, Meade también saludó de mano a todos.

Saludaba el presidente, saludaba Meade.

Y así sucesivamente.

Las claves del poder son inescrutables.

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