La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

La despedida que el presidente Peña Nieto le dio a Aurelio Nuño en Los Pinos, en ocasión de su obligada renuncia a la SEP, dejó en claro que éste siempre fue, por encima de Miguel Ángel Osorio Chong, su “second best”, tal y como Porfirio Muñoz Ledo lo fue del presidente Luis Echeverría en la sucesión de 1976.

No fue una despedida cualquiera, fue, en términos de la liturgia política mexicana, un segundo destape, según la narrativa que viene tejiendo un presidente obsesionado en repetir los rituales como si se tratara de una antología de éxitos del pasado.

Y fue un segundo destape porque Peña Nieto quiere —así lo dijo su voz, así lo dijeron sus palabras—que Nuño sea el candidato del PRI en 2024.

Peña piensa, ya se ve, en el futuro.

Eso significaron esas palabras con tufo de augurio dichas a un lloroso y emocionado Aurelio Nuño: “Te va a ir muy bien”.

Nuño se va de la SEP, sí, pero se queda en Los Pinos, desde donde coordinará la campaña de José Antonio Meade con el verdadero coordinador: el presidente de la República.

Él y no otro coordinó la campaña de Alfredo del Mazo en el Estado de México.

Él y no otro coordinará la campaña de José Antonio Meade.

Quienes desdeñan la capacidad política de Peña Nieto viven en el error.

Y es que, como él lo ha dicho ante auditorios que se abanican con sus chequeras, es ante todo un excelente operador electoral.

Y, además, disfruta serlo.

Nunca se le ha visto más feliz como en los últimos tiempos: cuando ganó el Estado de México, cuando destapó a Meade y cuando destapó para el 2024 a su cachorro Aurelio Nuño.

No es normal que los ojos de un político profesional se llenen de agua.

Este miércoles, los ojos de Nuño lo dijeron todo.

No podía ser de otra manera: su jefe le estaba dando un pasaporte transexenal.

Eso ocurrió en 1975, cuando Echeverría —según le dijo Muñoz Ledo a Jorge G. Castañeda—impulsó al entonces jovencísimo Porfirio por encima de Mario Moya Palencia, a la sazón secretario de Gobernación.

En el indispensable libro La Herencia —“Arqueología de la sucesión presidencial en México”—, Castañeda relata cómo se fue cayendo el secretario de Gobernación y cómo fue creciendo —hasta quedarse con la nominación— el secretario de Hacienda.

(Cualquier semejanza con la realidad actual es mera coincidencia).

En algunos años, cuando hagamos la arqueología de esta sucesión veremos que el “second best” fue siempre Aurelio Nuño, y no Osorio Chong, quien hasta el último momento mantuvo las farolas encendidas.

Lo mismo le pasó a Moya Palencia, quien fue engañado magistralmente por Echeverría, al grado de que le envió a Rosa Luz Alegría, su nuera, para que le mostrara unas encuestas en las que aparecía como el mejor posicionado.

La mejor carta.

Una situación idéntica vivió Osorio Chong en las encuestas pagadas y no pagadas, aunque aquí la mensajera no fue una nuera.

Dos cosas dije en mi columna del lunes:

Que las horas de Nuño en la SEP estaban contadas y que la tierra es tan redonda que hace que lo que vivimos ayer se repita en el presente.

La sucesión de Echeverría resultó idéntica a la sucesión de Peña Nieto.

Falta ver si el “second best” no es enviado al ostracismo por José Antonio Meade en caso de llegar a Los Pinos.

(A Muñoz Ledo le cortaron las alas antes de que el Sexenio lopezportillista llegara a la mitad).

Mario Marín, por cierto, también soñó con el poder transexenal.

Y es que cuando en un desayuno con columnistas en Casa Puebla destapó a López Zavala dejó entrever que Alejandro Armenta —hoy en los brazos de López Obrador— era su “second best”.

(En sus sueños guajiros imaginó un tercer sexenio encabezado por su hijo Mario Marín García, quien pronto lo hará abuelo).

Nota Bene: la llegada de Otto Granados a la SEP es una foto demodé:

Uno: por su pasado y presente salinista.

(No hay que olvidar que Carlos Salinas —hoy vecino de los poblanos en una célebre hacienda— pujó con todo para que Nuño fuera el candidato).

Dos: por su traje mal cortado adquirido en Milano o en Hecali o en un outlet.

A diferencia de los trajes a la medida de Peña Nieto y Nuño, el de Otto Granados era idéntico a los que usaba un personaje de la picaresca: El Mangotas.

Por cierto: quien también quería llorar desde su asiento en segunda fila fue el director del Fondo de Cultura Económica, José Carreño Carlón, quien sustituyó a Otto Granados en el área de Comunicación Social del gobierno de Carlos Salinas una vez que el hoy titular de la SEP se fue a gobernar Aguascalientes.

Dicen que desde el estado hidrocálido, Granados siguió manejando dicha área.

Queda claro:

La tierra es redonda y todo tiende a repetirse.

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