Alonso Hidalgo, antes de exhalar profundamente, dijo también que las mujeres están listas para gobernar. Luego una voz coreó “¡Martha, gobernadora!”
Mario Galeana
Rafael Moreno Valle no tardó más de tres segundos en resumir la noche que ya empezaba sobre el Auditorio de la Reforma. La prensa lo vio llegar con sorpresa, pero él no se detuvo y sólo dijo que la nota del día la daría su esposa, Martha Erika Alonso Hidalgo, y nadie más.
Ella lo esperaba en una entrada secundaria del recinto, la misma por donde antes habían pasado el alcalde Luis Banck Serrato, el diputado Jorge Aguilar Chedraui, el dirigente estatal panista Jesús Giles Carmona y, más tarde, el gobernador José Antonio Gali Fayad.
El portazo sucedió a la entrada de Moreno Valle y los fotógrafos alcanzaron sólo un beso rápido entre él y su esposa. Cuando Gali Fayad apareció, unos cinco minutos después, el auditorio estaba a oscuras, repleto, lleno de un barullo que se convirtió en grito al unísono cuando el ex gobernador apareció tomado de la mano de Alonso Hidalgo, seguidos por Aguilar Chedraui y Giles Carmona.
“¡Rafa, Rafa, Rafa!”, estallaban los asientos, en una escena que parecía haber ocurrido un año antes, pero en un escenario completamente distinto: repleto de posibilidades. Los gritos, entonces, clamaban “¡Rafa, presidente!” porque Ricardo Anaya todavía no era precandidato de un frente que estaba, quizá, guardado en el cajón de algunos.
Cuando todos se sentaron en la fila delantera del auditorio, la primera en subiir al podio fue Alonso Hidalgo, la secretaria General del PAN en Puebla, entre un estruendo de aplausos y más gritos.
Lo primero que dijo fue que el reto del 2018 será “vencer el hartazgo y la falta de credibilidad en las instituciones” y pugnó por la participación activa de las mujeres.
Antes de exhalar profundamente, dijo también que las mujeres están listas para gobernar. Luego, como si la frase no bastara para llenar los titulares de la prensa a la mañana siguiente, una voz, y luego muchas más, coreó: “¡Martha, gobernadora!” desde el centro del auditorio, pero fue una proclama que duró poco, quizá porque el grito sonaría muchas veces más a lo largo de la noche.
Alonso Hidalgo dejó el escenario con el mismo estruendo que la acompañó en su primera aparición. A ella le siguió Giles Carmona, quien presentó su informe de labores como presidente del Comité Directivo Estatal (CDE).
Pocas veces apartó la vista del teleprompter, desde donde leyó que el PAN no permitiría la discriminación y que, además, la sociedad poblana no debe dejarse llevar por el “populismo” en la elección que se avecina. No hubo críticas hacia el pasado, la arenga que había enmarcado las campañas donde el PRI era el único rival a vencer.
Tal vez porque el tricolor poblano perdió en los últimos días a dos de sus aliados nacionales, los partidos Nueva Alianza (Panal) y Verde Ecologista de México (PVEM), que se acercan cada vez más al PAN, aunque sus líderes estatales no estuvieron la noche de ayer.
Sólo acudieron los dirigentes partidistas de Movimiento Ciudadano (MC), PRD y Compromiso por Puebla (CPP).
El momento más importante de Giles Carmona llegó al nombrar a Martha Erika: dijo que ha sido testigo del “amor” que ella tiene por los poblanos y del “amor” que los poblanos le tienen a ella.
Luego el auditorio reventó con el mismo grito unánime proclamándola gobernadora. La cámara la captó meneando la cabeza, apenada, y más tarde se levantó del asiento para voltear hacia las gradas, llevando su dedo a los labios en un gesto claro: “Shhh”.
La liturgia del destape terminó cuando Gali Fayad subió al podio y, tras reconocer la gestión de su antecesor, dijo también que reconocía “la incansable labor” de Alonso Hidalgo.
La noche de Martha Erika, como dijo Moreno Valle, acababa.
