La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía/ @QuintaMam 

La traición y la mentira están en Shakespeare, pero sobre todo en la política.

Quienes se horrorizan porque un personaje cercanísimo a Felipe Calderón —como Germán Martínez Cáceres— fue seducido por Andrés Manuel López Obrador, olvidan que la traición es tan antigua como la política.

Una nació de la mano de la otra.

Y en esa tríada también aparece la mentira.

Los políticos son actores potenciales que representan el Gran Teatro del Mundo.

La simulación es otro de sus atributos.

Los buenos políticos como Churchill usaron todos esos recursos para convencer.

Los que tenemos en México, como López Obrador, hacen lo mismo, guardando las diferencias.

Pongamos ejemplos recientes:

Detrás de todas las encuestadoras hay dinero.

Dinero interesado de los virtuales candidatos.

Dinero de los partidos políticos.

Dinero de los empresarios que apoyan a los virtuales candidatos.

Los números de esas encuestas se irán moviendo según los intereses de los que las pagan.

Ésta y no otra es la historia del mundo.

Una de las estrategias más recurrentes es poner al patrocinador en segundo o tercer lugar en la primera etapa, y simular que va creciendo en la percepción.

¿El fin?

Que unos días antes de la elección empate al primer lugar y lo deje atrás.

Esa película la hemos visto más veces que Nosotros los Pobres.

¿A quiénes traicionan las encuestadoras?

A los votantes.

Los traicionan y los engañan mediante la simulación.

Un votante distraído —los hay por montones— se tragará la mentira y cambiará su voto.

Las encuestas nacieron para engañar al elector.

Son, faltaba más, instrumentos de campaña.

Quienes las venden como instrumentos reales son tan mentirosos como sus patrocinadores.

Los estrategas de la Coca Cola nos convencieron a lo largo de décadas de que la Pepsi era una mala copia.

Fue tan persuasiva su campaña que nos metieron en los genes esa idea.

Hoy nadie lo discute.

Todos estamos convencidos.

No es malo que existan las mentiras en la política.

El problema empieza cuando las creemos.

Cuando un político diga una y otra vez que va creciendo en las encuestas, desconfiemos de él y ubiquémoslo como un simulador que usa la actuación para engañarnos.

El arte del engaño, repito, no es malo, pero no dejemos que ese arte nos engañe.

La traición es parte esencial de la política.

Una no puede existir sin la otra.

Los políticos que se sentaron con los operadores de MORENA como Plan B lo hicieron porque si en sus partidos no les daban lo que querían tendrían el apoyo de López Obrador para ser candidatos a la alcaldía de Puebla.

Como terminaron arreglándose, desecharon la traición.

Actuaron, falataba menos, como los maridos que los viernes se van a meter a un table-dance y piden un privado con la colombiana de bubis y nalgas operadas.

El pago por evento es la constante en la vida política local y nacional.

Si, como dice un operador de MORENA, cualquiera que vaya por ese partido —el borracho del pueblo, por ejemplo— puede arrasar en las urnas, ¿cómo es que siguen sin fichar a alguien?

Las encuestas, pues, son propaganda.

Las mentiras son propaganda.

Las simulaciones son propaganda.

La traición es el arte de la política.

El pago por evento será la constante en estas campañas.

Las encuestadoras serán las colombianas llenas de prótesis que gritan en el orgasmo “¡papacito!”.

 

La Reunión con Betty Müeller

Ahora que vienen a Puebla López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müeller, un grupo de ex alumnos de la Ibero, de la generación de la posible Primera Dama, han estado convocando a una reunión con ella.

¿Qué quieren?

¿Estrechar los olvidados lazos de amistad?

¿Recordar los viejos tiempos?

¿Conseguir trabajo a futuro?

Nadie lo sabe.

Todos nos lo imaginamos.

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