La Quinta Columna 

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Eduardo Caccia es un empresario en neuromarketing e innovación, consultor de varias marcas 500 de Fortune, escritor, conferencista y articulista de Grupo Reforma.

Hace unos días publicó su experiencia en un encuentro de empresarios con López Obrador.

Esto fue un fragmento de lo que reseñó: “AMLO había citado a Peña Nieto cuando dijo que la corrupción era cultural, luego puntualizó: ‘nos quieren hacer creer que la corrupción es parte de la idiosincrasia del mexicano’, y remató que como él será un Presidente honesto, se acabará la corrupción.

“Sugerí a AMLO sustituir ‘idiosincrasia’ por ‘modus operandi’ y afirmé que la corrupción sí es cultural, es la forma en que resolvemos el día a día, que no verlo así es no entender el problema y que su solución del Presidente honesto era cándida y muy optimista. AMLO me respondió: ‘no comparto eso, yo considero que la corrupción se da de arriba para abajo, no de abajo hacia arriba’, y terminó: ‘en los pueblos hay una gran reserva de valores culturales, morales, espirituales para regenerar la vida pública del país’. En otra respuesta, refiriéndose a buenos hábitos, se contradijo, mencionó: ‘tenemos que crear esa cultura’.

“En corto sugerí a Alfonso Romo que le explicara a su candidato que la corrupción no sólo es de arriba para abajo. Respondió que estaba de acuerdo conmigo, que entendiera que se trataba de un evento masivo (estimo 300 personas), que estaban en la etapa de transmitir ideas inspiradoras, y me invitó a leer el documento Proyecto 18, porque ahí está ese enfoque de la corrupción, dijo.

“Estuve leyendo el Proyecto de Nación 2018-2024. Tiene ideas muy rescatables aunque difiero de algunas formas: ‘La corrupción no es, como se ha dicho, un asunto cultural ante el cual debamos resignarnos ni una forma de ser de los mexicanos en general, sino una desviación de los gobernantes que puede y debe ser erradicada’. Quizá Alfonso Romo no recuerda esta parte.

“La corrupción es una práctica común, modus operandi, instrucción no escrita, hábito social. Esto no quiere decir que esté en nuestros genes, en nuestra nacionalidad, en nuestra idiosincrasia, ni que todos sean corruptos, ni que sea exclusiva de los gobernantes. Es cotidiana, sistémica, por lo tanto sí es forma de ser, no de todos y sí es combatible, ¡no tenemos que resignarnos! Que sea cultural no quiere decir incurable”.

Hasta aquí esta larga, peor muy luminosa cita.

En efecto: López Orador cae en varias ocasiones en imprecisiones.

No podía ser de otra manera.

Lleva tantos años hilvanando ideas públicamente que termina por contradecirse.

¿Cuántas veces le hemos escuchado hablar de evangelios laicos o constituciones morales?

Alguna vez, siendo dirigente nacional del PRD, satanizó a los infieles sexuales.

La perorata sonó tan moralista que pronto olvidó su homilía.

O hizo como que la dejó en el cajón del sastre.

Quienes lo conocen, saben que es una mezcla de luchador social con pastor cristiano.

Quizás por eso, Enrique Krauze lo denomina el Mesías Tropical.

Sea como fuere, AMLO conecta con su auditorio como si fuera un tele-evangelista.

Es capaz de hacer llorar de manera delirante a sus adictos.

Si les pide saltar, todos saltarán.

Si les pide entrar en éxtasis, lo obedecerán hasta la ignominia.

Eso funciona brutalmente en una campaña, pero no a la hora de dirigir un país.

¿Cuántos locos han terminado por llevar a sus países al fracaso por conductas similares?

Ejemplos sobran.

Ahí está el caso de Abdalá Bucaram, quien llevó a Ecuador al delirio cuando fue presidente de la República.

Durante su cargo “realizó acciones consideradas como moralistas y cargadas de un carácter religioso”.

El Congreso lo destituyó por una mayoría abrumadora.

En su descargo, el “loco” Bucaram argumentó que era dueño de una “incapacidad mental para gobernar”.

Otro caso: el de María Estela Martínez viuda de Perón, quien mal gobernó argentina asesorada por un brujo.

López Obrador tendría que cambiar la fórmula una vez que llegue a dormir a la habitación en la que murió Benito Juárez en Palacio Nacional.

Este país ya no está para ocurrencias.

 

 

Las Sorpresas de Morena.

Dos candidatos a diputados locales llaman la atención en la lista de Morena: Juan José Rueda, suplente de Emilio Maurer, y Jorge Luis Fuentes Carranza.

El primero es un empresario exitoso en todos los campos en los que ha incursionado: restaurantes, fiesta brava y transporte automotriz.

Es la primera vez que acepta contender por un partido político.

Su buena fama pública y su gran carisma lo acompañan a donde va.

El segundo es hijo de un líder histórico de la verdadera izquierda mexicana.

Eduardo Fuentes de la Fuente (Fú de la Fú), marcó toda una época en la sierra Norte de Puebla y abrió nuevos caminos que hoy se empiezan a cosechar.

Jorge Luis es un hijo digno de su padre.

Desde niño, cuando Eduardo iba a la estación de radio en la que yo conducía un noticiero, tomaba el micrófono y soltaba toda clase adjetivos en contra del entonces diputado federal Alberto Amador Leal.

Su indudable talento lo ha llevado a donde hoy está.

A la presidencia municipal de Huauchinango, por ese mismo partido, irá Gustavo Vargas Cabrera, miembro de una de las familias históricas de la región.

Juntos, Gustavo y Jorge Luis, harán una mancuerna temible.

Llegan por lo pronto ligeramente distanciados.

Ya sumarán fuerzas en cuanto las campañas inicien.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *