La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

El presidente Peña Nieto ha empezado a dibujar un escenario sensato en caso de que Andrés Manuel López Obrador llegue a Los Pinos: un gobierno de coalición.

Operadores presidenciales empezaron desde hace varias semanas a trazar una ruta crítica que lleve al PRI a mantener el control del Congreso federal.

Para eso son básicos los aliados de otros partidos políticos.

En síntesis: si pierde José Antonio Meade, surgirán de las penumbras los suficientes diputados federales para generar un poderoso contrapeso que evite una Presidencia Imperial.

En otras palabras: se tratará de mantener acotado a López Obrador para que sólo gobierne de Palacio Nacional a la Plaza de la Constitución.

Pero, claro, todo esto forma parte de un plan B.

El plan A, ya lo sabemos, sería la consumación de una utopía: que Meade gane las elecciones —con fraude patriótico o como sea—y que López Obrador y su tigrillo se vayan mucho, pero mucho, a su rancho de Palenque.

 

Un Debate: Rueda Contra Mejía.

Tiene razón el doctor César Cansino, moderador de la mesa de este miércoles —efectuada en el Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla—, al asegurar que el encuentro en el que participamos Arturo Rueda y el quintacolumnista fue un debate histórico que no se había dado por estos rumbos.

La convocatoria a la que acudió, además de los citados, el brillante periodista Carlos Ramírez, no tiene antecedentes en Puebla.

Y todo se dio en el contexto del VIII Coloquio Internacional de Estudios Mexicanos que llevó por título “Hagan sus apuestas: Prospectiva Electoral, Mexico, 2018”.

Compañeros de mil batallas durante varios años, Rueda y yo terminamos distanciados por esas nubes negras que suelen atravesar las amistades.

De 2003 a la fecha, hemos protagonizado debates encarnizados en radio abierta, internet, columnas periodísticas y Twitter.

No han escaseado los pastelazos en esta historia.

El debate, faltaba más, es un ejercicio intelectual que requiere de reflejos, inteligencia e ironía.

Por desgracia, vivimos en un medio en el que lo que proliferan son las cuchilladas por la espalda y los golpes bajos.

Quizá por eso suscitó tanto interés este singular encuentro.

Y sí, faltaba menos, sacamos el cebollero, pero igualmente articulamos ideas.

Debo decirlo: nunca bajamos el nivel.

Por eso precisamente, el doctor Cansino lo calificó de inédito e histórico.

La lección es una: podemos disentir brutalmente, pero nada nos impide hacerlo con civilidad.

Ojalá se dieran más debates así para acabar con la simulación que tanto ha intoxicado al medio periodístico poblano.

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