La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Los intelectuales mexicanos siempre han sido adictos al poder.

Los juaristas —gigantes en la política, enanos en la poesía y la literatura—fueron fieles a sus ideas hasta que el Benemérito se las torció.

Los porfiristas —amigos de sus carteras, pero no de la verdad— terminaron embarcándose en trenes revolucionarios en aras de seguir en la nómina.

¿Cuántos buenos escritores surgieron de esos matorrales?

Cinco o seis en total.

Con Madero viajaban algunos pésimos poetas mexicanos y nicaragüenses, y muy pocos hombres de ideas.

La revolución nos trajo, faltaba más, la extraordinaria Novela de la Revolución.

Con eso fue suficiente.

Fuera de José Juan Tablada, López Velarde y Díaz Mirón, sólo vale la pena detenerse en el sabio Alfonso Reyes, quien creó una literatura.

El resto puede ser prescindible.

Los años recientes son más de lo mismo.

Octavio Paz inauguró la estirpe de los poetas y escritores adictos al Servicio Exterior mexicano.

Cónsules, embajadores, agregados culturales…

Todos caben en una buena antología de la poesía mexicana.

En los años dorados de este país, un buen intelectual usaba valija diplomática.

Los años setenta y ochenta trajeron la modernidad a nuestras letras.

Con Salinas de Gortari, por ejemplo, surgió una camada que hoy sigue lucrando con el poder en turno.

Tres nombres:

Jorge G. Castañeda, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín.

El segundo se quedó como heredero universal de Octavio Paz y como una buena viuda sigue recibiendo los pésames de la clase política en turno.

El primero y en tercero, en cambio, hallaron en la maquila de libros del tipo “¿Qué hacer con el país?” o “¿Y ahora qué?” una auténtica minita de oro.

Gobiernos van, gobiernos vienen, y Aguilar Camín y Castañeda siguen vendiendo bodegas enteras de frijol con gorgojo materializadas en libros.

Por ellos no pasan los sexenios.

Juntos entronizaron a Fox —más Castañeda que Aguilar Camín— y juntos pujan por llevar a Ricardo Anaya a Los Pinos.

Metido en una dualidad esquizofrénica, Castañeda se ha vuelto coordinador del candidato frentista y hasta vocero en los debates televisivos.

Del lado de López Obrador se encuentra Paco Ignacio Taibo 2, quien ha hecho de las ferias del libro una de sus formas de subsistencia.

Hoy, el creador delirante del detective Belascoarán, apareció por primera vez como parte de un futuro gabinete de Claudia Sheinbaum.

En tanto que la mediocre autora de “Como agua para chocolate”, Laura Esquivel, no se baja de los templetes de AMLO.

Por encima de ambos, faltaba menos, Elena Poniatowska reina como una princesa polaca sobre los adictos a López Obrador.

Son nuestros intelectuales.

Qué le vamos a hacer.

Es lo que hay.

Es lo que tenemos.

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