La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Todo mundo creía que Carlos Slim tenía un pie metido en la campaña de López Obrador a través de Miguel Torruco, su consuegro, potencial candidato a ser secretario de Turismo.

Sin admitirlo, el propio Torruco sugería que Slim apoyaba su proyecto político.

En 2012, entrevisté para Sexenio TV al propio Torruco.

Antes de la conversación grabada en un estudio de Polanco, me mostró en su iPad un álbum fotográfico singular en el que aparecían, en trajes de baño de los años veinte, el poderoso Slim, el escritor Gabriel García Márquez y él mismo.

Los tres, felices y contentos, sonreían a bordo de un enorme yate, propiedad del entonces hombre más rico del mundo.

En otra imagen, los tres posaban en el interior del yate, sentados en un sofá viejo metido en el centro de una especie de sala mexicana de los años cuarenta.

Otra foto los mostraba comiendo y bebiendo en un comedor del mismo estilo.

Siempre a bordo del yate.

—¿Qué dice Slim de López Obrador? —le pregunté fuera de la entrevista.

—Lo ve con excelentes ojos.

La idea, pues, de que Torruco era el cochero de Drácula parecía inamovible.

Seis años pasaron.

Torruco se volvió a subir al barco de López Obrador.

El cochero de Drácula se veía sonriente.

Pero vinieron las declaraciones de AMLO sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y todo cambió.

Drácula convocó a una rueda de prensa en su castillo de Transilvania y dio algunos severos manotazos en la mesa.

Lo primero que dijo es que los candidatos —refiriéndose a López Obrador— no tienen por qué meterse en la discusión sobre el nuevo aeropuerto.

Luego dijo que lo que le da miedo son las acciones posteriores de quien quiere acabar con el proyecto.

(Otra vez en referencia a López Obrador).

Algo evidenció la rueda de prensa: que hay varios reporteros que dicen “airopuerto” en lugar de “aeropuerto”, que algunos otros no entendían los términos técnicos usados por Slim y que el gran problema que viene es el hundimiento constante de la Ciudad de México.

(Sobre este punto dijo que todos los días se hunden más el Palacio de Bellas Artes, el Ángel de la Independencia y, en consecuencia, el Palacio Nacional. El socavón, de no atenderse el enorme problema, sería enorme).

La respuesta de AMLO nació en su hígado.

Y es que acusó a Slim de ser un enviado de Peña Nieto y de Carlos Salinas.

Ante la sobria explicación técnica de Slim, la respuesta airada del futuro presidente de la República.

¿Y el cochero de Drácula?

Preocupado.

Seguramente preocupado.

Ahora se ve que si Slim salta, muchos otros saltan detrás suyo.

Es un tigre de Bengala frente al tigre de López Obrador.

Hay que decirlo: lo que el gobierno no ha podido hacer en mucho tiempo —explicar claramente las ventajas del nuevo aeropuerto—, Slim lo hizo en unos minutos.

Y logró lo que ninguno de los candidatos a Los Pinos había hecho: desquiciar al puntero.

La duda mata:

Si el consuegro de Slim no representa a Slim, ¿el suegro de Emilio Azcárraga Jean representará a éste?

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