La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Los empresarios poderosos, multimillonarios, son, en cualquier parte del mundo, un dolor de cabeza, sobre todo cuando está en juego su tranquilidad.

En el Chile de Salvador Allende, los hombres de negocios se organizaron primero para enfrentar el gobierno socialista que amenazaba con expropiar sus empresas.

Luego, en pleno contubernio con la Marina y el Ejército, iniciaron un proceso de desestabilización que culminó con el golpe de Estado a Allende.

Eso mismo ha ocurrido en varios países en los que la democracia se ha convertido en un riesgo.

Y es que lo único que les quita el sueño a estos personajes es la posibilidad de que se acaben sus negocios.

Para ellos, los gobiernos tienen como principal función hacerlos más millonarios cada año.

Si un gobierno no los contempla en sus proyectos, ese gobierno no sirve.

En México es común que el Paquete Económico que se aprueba cada año incluya a los hombres de empresa más poderosos.

Digamos que eso es parte de la normalidad.

Quienes han sido legisladores lo saben y lo aceptan.

Incluso aquéllos que forman parte de MORENA.

Esa normalidad parece estar en riesgo ante lo que cada día es un hecho consumado: el triunfo de López Obrador.

Sólo así se explica la guerra que el Consejo de Hombres de Negocios, que aglutina a los plutócratas de este país, ha declarado contra López Obrador.

Y es que saben que sus negocios dejarán de estar en bonanza si se cumplen sus más funestos presagios.

A esto hay que sumar que la honestidad valiente que proclama el próximo presidente decida irse contra ellos.

Es predecible lo que harán el 2 de julio, justo a la hora en que la selección mexicana de futbol pueda estar jugando su cuarto partido en Rusia.

No lo dude el hipócrita lector: los plutócratas no se tentarán las carteras a la hora de sacar sus capitales del país, lo que generaría un natural nerviosismo en los mercados financieros.

Nomás faltaba.

Son los mismos barones que en diciembre de 1994, tras una imprudente confesión del entonces secretario de Hacienda —Jaime Serra Puche—, ordenaron a sus operadores financieros que compraran todos los dólares del mundo y que iniciarán una fuga masiva de sus capitales.

El presidente saliente, Carlos Salinas, acusó a Jaime Serra de haber revelado a los barones citados —la noche del 19 de diciembre del 94— que al otro día se devaluaría el peso 15 por ciento.

Los apostadores no lo dudaron y operaron contra la moneda.

Según lo ha escrito Salinas, “entre el 20 y el 21 de diciembre de 1994 unos cuantos mexicanos vaciaron cuatro mil 633 millones de dólares de las reservas internacionales, mismas que se acabaron por completo el 2 de enero de 1995”.

Si un pequeño grupo de hombres de negocios fue capaz de dejar al país en la ruina —con decenas de miles de desempleados, y con hombres y mujeres imposibilitados de pagar las hipotecas de sus casas y sus autos—, no dude el lector que vuelva a pasar lo mismo.

Estos empresarios no tienen patria.

O sí: su patria es el dinero.

Y son capaces de eso y más en aras de conservar el lucrativo negocio de ganar miles de millones de pesos cada año.

El caso Chile también está en su mira.

Por eso, faltaba más, preocupa que el futuro presidente esté enfrentándose a los señores de carteras robustas a unas semanas de los comicios.

Por eso preocupa y quita el sueño.

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