La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

La semana pasada escribí una columna sobre un funcionario público de altos vuelos que fue citado en Los Pinos para hablar del cierre de la administración.

Durante el encuentro, el presidente Peña Nieto no dijo una sola palabra sobre las elecciones y, mucho menos, sobre cómo ayudar a José Antonio Meade.

El fantasma de una negociación entre Peña y AMLO se fue a dormir con dicho funcionario.

Pocas horas después, en un mitin de su incansable campaña, López Obrador dijo que habría que apoyar al presidente en sus negociaciones con Donald Trump.

Y dijo más.

Dijo algo perturbador.

Dijo, sí, que una vez que gane la elección será respetuoso de los tiempos y los espacios de Peña Nieto, y que respetará su condición de presidente hasta el último minuto de su mandato.

Las sospechas de una concertacesión brotaron como gladiolas en las heces fecales.

En su más reciente columna en El Financiero, Jorge Castañeda, asesor de Ricardo Anaya, dice que hay señales múltiples y convincentes.

Y las enumeró:

“Yeidckol Polevnsky ensalza a Raúl Cervantes, once and future candidato de EPN para ocupar un asiento en la Suprema Corte y para cuidarle sus vulnerables espaldas. La misma dirigente de Morena sentencia que Alejandro Gutiérrez es un preso político de Javier Corral, y lamenta lo que ha padecido Manlio Fabio Beltrones por culpa del gobernador de Chihuahua. El Partido Verde abandona al PRI en Chiapas, lanza su propio candidato a gobernador, que ipso facto, llama a votar por AMLO”.

Voces priistas niegan ese pacto y dicen que es una estrategia panista para decepcionar a los votantes del partidazo.

Lo cierto es que las señales son brutales.

Juzgue el hipócrita lector.

 

Don Melquiades y el PRI

El boletín dice: “El embajador de México en Costa Rica, Melquiades Morales Flores, recibió al equipo ganador de gimnasia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), que participó en el torneo internacional ‘Copa Estrellas Gimnásticas 2018’,  auspiciado por el Club Gimnástico Carbonell con el aval de la Federación Deportiva de Gimnasia y Afines de Costa Rica”.

Hasta ahí muy bien.

Hay un embajador metido de tiempo completo en su tarea.

En los últimos días, lenguas mal informadas han sugerido que don Melquiades ha traicionado al PRI, el partido de su vida.

¿La razón?

Que su hermano Chucho pasó a apoyar a Martha Érika Alonso, candidata a la gubernatura por el Frente que abarca al PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano.

Nada que ver.

Chucho ya está grandecito para elegir con quien jugarla, en tanto que el embajador está metido en los temas de su saturada agenda diplomática.

Hombre institucional como pocos, don Melquiades sigue siendo fiel a su partido, pero es respetuoso de las reglas escritas y no escritas que le impiden involucrarse en estos tiempos electorales.

 

En la Terrible Muerte de Juany Maldonado

En un camino pedregoso y oscuro, Juany Maldonado y Érika Cázarez fueron ejecutadas con toda la saña que puede vivir en un alacrán.

Sin deberla ni merecerla —¿quién puede merecer una muerte tan artera?—, Juany Maldonado, candidata a diputada local por el Verde Ecologista, vio truncada una vida de amor y amistades creadas desde sus primeros años.

Todos conocíamos a Juany y sabíamos de qué estaba hecha, por eso su muerte es tan dolorosa e inexplicable.

La recuerdo en el Huauchinango de los años ochenta, cuando Juany iba y venía por las calles del pueblo con una vitalidad doblada de generosidad.

Luego, cuando Manolo Villarreal inventó la noche en Huauchinango —a través del Manolo’s Bar—, Juany se volvió una parroquiana cotidiana como todos los que vivimos esos años.

Antes de Manolo —a quien este domingo vi quebrado, como todos, durante los funerales de Juany—, las noches en Huauchinango terminaban en las enchiladas de Columba y los tacos de Chenito.

Cuando abrió el Manolo’s Bar las noches del fin de semana tuvieron sentido y florecieron.

Luego, en la etapa del Plantation, Manolo hizo que esas noches se volvieran eléctricas.

Y siempre ahí, bailando con sus ganas de comerse el mundo, Juany vapuleaba a todas las generaciones.

Vapulear en el mejor sentido de la palabra.

Vapulear como sinónimo de imponerse.

El amor a sus padres —doña Vita y don Avelino— se extendió hasta su hijo Juan Pablo: lago tranquilo rodeado de árboles.

Desde hace años la política entró a su vida a través del partido Verde.

Entonces sus sueños invadieron otra autopista.

Fue de todos la más organizada, la de mayor garra, la de una pasión a prueba de elecciones.

Ya como candidata, Juany empezó a recorrer el distrito con la mirada que siempre tuvo para todos.

Y no descansaba en su tarea de incendiar la Sierra.

De pronto, cuando la campaña iba como un tren en marcha, uno o varios animales se cruzaron en su camino y acabaron con sus sueños.

Dueños de su cobardía, cazaron a Juany y a Érika a la mitad de la noche.

Horas después sus cuerpos inocentes fueron hallados por la policía de Zihuateutla.

Un zumbido de abeja se fue a vivir en los oídos de quienes nos fuimos enterando de la doble ejecución.

Las lágrimas invadieron los funerales.

Lágrimas por una doble injusticia que nos sigue perturbando.

La prensa mundial dio cuenta de la masacre.

El rostro alegre de Juany invadió las televisoras y las primeras planas de los diarios.

No se lo merecía.

Nadie que haya sido como ella se merece algo así.

Sé que algún día la veré en los sueños:

Esa borrosa patria de los muertos de la que habla Octavio Paz en un poema memorable.

Tan memorable y entrañable con Juany.

Nuestra Juany.

 

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