La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

En medio de la zozobra, y en unos cuantos días desde que presentó su moción de censura a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez se convirtió en el nuevo presidente del Gobierno español.

Sus alianzas con independentistas y pro etarras desquiciaron a muchos.

El pronóstico sobre su gobierno se tornó fatalista: “Será un fracaso”.

Una vez que dio a conocer su Gabinete las cosas cambiaron.

A diferencia del de Rajoy, el gobierno de Sánchez —ex secretario general del PSOE— está lleno de mentes brillantes.

Algo queda claro de inicio: no le tiene miedo a la inteligencia.

Y más: será el gobierno con el mayor número de ministras en la historia de España.

(La Real Academia de la Lengua ya inició un debate: “se dice ‘ministros’ aunque sean mujeres”).

Y un plus: prácticamente todos los miembros del Gabinete hablan más de dos idiomas y han tenido cargos en diversas instancias europeas.

(El Gabinete de Rajoy era como él: aldeano, monolingüe, chato, mediocre).

En otras palabras: el Gabinete le dio certidumbre a Pedro Sánchez y le borró la sonrisa a Albert Rivera, de Ciudadanos, quien ya se preparaba para ocupar el Palacio de la Moncloa luego del éxito abrumador que su partido ha tenido en todas las encuestas aplicadas en los últimos meses.

Sánchez gobernará España algo así como dos años —los que le restaban a la administración de Rajoy—y desde la Moncloa podrá revertir las simpatías electorales que su partido había perdido en los años recientes.

Esta larga reflexión tiene un aterrizaje mexicano.

Y es que, aunque López Obrador ya adelantó una buena parte de su Gabinete, lo cierto es que debe replantearlo para generar las certezas necesarias en los mercados financieros y en la sociedad.

Hacen falta nombres de peso en su Gabinete.

El que dibujó en las sombras de su campaña está bien para una aldea, no para el país que es México.

Sobre todo ahora que no hay dudas de que ganará las elecciones y se irá a vivir a Palacio Nacional.

(La idea de que vivirá en su pequeña casa de Tlalpan es muy romántica, pero le generaría caos y tardanza al nuevo presidente, pues éste no querrá parar el tránsito en aras de tener la movilidad necesaria para trasladarse todos los días a Palacio Nacional).

Esos nombres de peso han empezado a salir y no hay que desdeñarlos.

Vienen del establo zedillista, su nuevo mejor aliado.

Son profesionales de las finanzas que ayudarían a restablecer sus relaciones parcialmente rotas con los hombres de dinero.

Luego tendrá que ajustar el gabinete político.

Y así sucesivamente.

Pretender ser el heredero de Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas no es tarea sencilla.

Juárez, por ejemplo, se rodeó de verdaderos gigantes: los héroes y anti héroes del liberalismo mexicano.

Con el tiempo se peleó con algunos.

(Ignacio Ramírez, El Nigromante, llegó a decir que Juárez era lo peor que le había pasado al país).

Pero eso será pan del futuro.

Lo que importa es que su arranque genere la sensación de que estamos entrando, como lo pretende, a la Cuarta República.

Así sea.

 

Nota Bene: Pedro Sánchez no incluyó en su Gabinete a ninguno de sus compañeros de partido que lo habían venido acompañando en los años de guerra.

Tampoco a sus amigos, camaradas y demás personajes.

Eligió a los mejores españoles —a las mejores españolas— para alcanzar el destino.

López Obrador tendría que hacer lo mismo pese a las protestas de sus cercanos.

No es con ellos con quienes podría pasar a la historia.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *