Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río

Ayer, en su mitin en el Zócalo, el presidente Andrés Manuel López Obrador admitió que en lo que va de su gobierno no ha habido crecimiento económico, pero insistió en que, en este año, los mexicanos de menores recursos han mejorado sus condiciones de vida. “Todavía no ha habido crecimiento económico como deseamos, pero existe una mejor distribución de la riqueza; el presupuesto público no se queda en pocas manos, sino llega más a la mayoría de la gente”, afirmó ante miles de simpatizantes.

El problema es que el dicho presidencial resulta muy difícil de comprobar. ¿Realmente puede estar mejor la distribución del ingreso a pesar del estancamiento de la economía?
Esto no se va a poder conocer con certeza sino hasta que el Inegi aplique la próxima Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (agosto de 2020) y dé a conocer los resultados (julio de 2021).

El mejoramiento de la llamada “economía de abajo” ha sido una línea discursiva del presidente López Obrador desde que comenzó a ser evidente que en este 2019 no se alcanzaría siquiera el crecimiento promedio del país en los últimos 30 años, es decir, el periodo de los gobiernos “neoliberales”: dos por ciento.

A principios de abril, el Ejecutivo apostó públicamente que sí se llegaría a ese porcentaje de expansión del PIB y refrendó su apuesta a principios de mayo. A fines de agosto, cuando se dio a conocer la cifra final de crecimiento del PIB en el segundo trimestre, López Obrador sostuvo que no le preocupaba el estancamiento de la economía porque “abajo, la gente tiene más capacidad de compra, más poder adquisitivo”.

Aunque, como digo, habrá que esperar para que se confirme o se desmienta este dicho, sí es posible encontrar algunos datos al respecto. Dos estudios recientes apuntan a que la “economía de abajo” no ha mejorado como piensa el Presidente. El primero es el análisis sobre la precarización del empleo que dio a conocer, a mediados de noviembre, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, con base en datos del Inegi. De acuerdo con ellos, en lo que va del año, se destruyeron 2.9 millones de empleos con ingresos superiores a los tres salarios mínimos y fueron reemplazados por puestos de trabajo que pagan menos de esa cantidad.

Asimismo, revela que el grupo de quienes laboran menos de 35 horas a la semana por razones de mercado, quienes laboran más de 35 horas con ingresos inferiores al salario mínimo y quienes trabajan más de 48 horas ganando hasta dos salarios mínimos, sumó 10.6 millones en el tercer trimestre del año, dos millones más que en el mismo lapso de 2018. El segundo estudio, a cargo del Coneval, reportó que en el tercer trimestre de 2019, la población en pobreza laboral —la que no gana suficiente para comprar la canasta básica— se situó en 38.5%, 0.4 puntos por encima del trimestre anterior. A nivel local, dicho incremento porcentual se reprodujo en 17 de las 32 entidades.

El ingreso laboral, agregó el Coneval, se encuentra por debajo del nivel de 2008 y no ha perdido mayor poder adquisitivo gracias a la baja inflación de los últimos tres años.
La caída en el ingreso en el tercer trimestre se presentó después de dos incrementos trimestrales, producto del aumento en el salario mínimo registrado a principios de año.

El Presidente ha dicho —y ayer insistió en ello en el Zócalo— que la distribución del ingreso también ha mejorado gracias a los programas sociales (es decir, no sólo por el ingreso laboral). Para eso también habrá que esperar la radiografía de la ENIGH, pero ese tipo de ayudas tienen dos condiciones: que sean sostenibles en el tiempo y que el gobierno tenga la capacidad de hacerlas llegar a todos los beneficiarios. Hasta ahora, ambas cosas están en duda.