Por: Pablo Íñigo Argüelles 

La Cuarta Transformación se ha carac- terizado —desde el 1 de diciembre de 2018— ademásdeporteneruna altísima autoestima, por contar con otros datos, sus datos, Los Datos.

Parece que sus adeptos viven en una realidad aparte, como le llamaría el gran cronista del peyote, Carlos Castañeda, y fíjense que ya es incluso muy arriesgado proponer que el líder supremo de los cuatroteístas, rey de los vuelos comerciales e inventor de las sonrisas francotas, vive y respira todos los días una realidad paralela, pues para aquello, y me remito a la obra de Castañeda, se necesita de un complejo andamiaje de razonamientos que le haga a uno distinguir entre la realidad y los universos latentes, cosa que, está demás explicarlo, bien ha demostrado que no es capaz de construir y si sí, pues ya basta de suspenso.

Por eso prefiero pensar que esa realidad aparte que la 4T y su líder están experimentando, esa fantasía diáfana de amor al prójimo y abrazos y flores, se trata de una cuestión más improvisada y simple, una hecha de tres al cuarto, como si le hubieran pegado un palito de madera balsa sobre la cabeza y sostuviera frente a sus ojos una lámina de la República Mexicana, de esas que venden en las papelerías a dos pesos y que resaltan la inigualable flora y fauna de las zonas naturales del cuerno de la abundancia que es nuestra Patria.

Esa, creo yo, es su realidad aparte, sus otros datos.

Lo anterior, por supuesto, conlleva ceguera, una ceguera crónica que cae de manera vertical sobre todos los lidercillos que intentan imitar las palabras evangélicas y referencias bíblicas innumerables de su prócer. Lo del palito sosteniendo una lámina de la República Mexicana se va extendiendo por todo el país como cuando los trompos en las escuelas están de moda, o mejor dicho, como una enfermedad, como una epidemia.

México está mejor que nunca, más feliz que nunca. Pues sí, en las láminas de papelería tampoco pintan la sangre de la guerras y a Martin Luther King le blanquean la piel, señor.

Digo, ya nomás veámoslo aquí en Puebla, no vayamos tan lejos, simplemente hay que revisar la capital, gobernada por una alcaldesa gris, ausente, cegada por sus pares, cuyo único movimiento que yo recuerdo que haya valido la pena fue haber hecho movimiento de rockstar cuando la prensa le criticó sus Converse (¿si eran Converse?).

De ahí en fuera, nada más, la realidad aparte le indica a la alcaldesa que vive en la ciudad de puros ángeles, la más segura, la más feliz, y por supuesto, la más ordenada y la más limpia.

Es más, ¿alguien sabe si seguimos teniendo alcaldesa?, ¿o nada más estoy escribiendo de balde?

Y volviendo al tema del líder supremo de la 4T, ya no sólo es ciego, sino que ahora brilla por sus delirios de grandeza. Fíjense que ya no sólo compararse con los héroes de la patria requiere de unos grandísimos pantalones, sino que tutear a Huerta y a Madero y a Juárez, etcétera, requiere también una estupidez inmensa, digna de los más ilusos.

Dijo alguna vez, el de los vuelos comerciales, que no quería que nombraran nunca ninguna calle ni tampoco que le pusieran estatuas.

Ya entiendo por qué: él va mucho más enserio, él va por los billetes de veinte.

Lo peor de todo este cuento, querido lector, ya no es que sus debilitados (y guangos) opositores no quepan en el barco, eso de cualquier manera ya lo sabíamos. Lo de hoy, y lo que debe alertarnos, es que ya ni siquiera los 30 millones de mexicanos que votaron por el prócer iluso, pintan en este chiste.

Es imposible que todos vean la lámina de dos pesos que sólo uno lleva colgada en la cabeza.

Seguiré contando. •••

PS

Fui a un funeral que parecía Halloween.