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Por: Raúl Miranda 

Fausto es el protagonista de una leyenda clásica alemana: un erudito de gran éxito, pero también insatisfecho con su vida, por lo que hace un trato con el diablo, intercambiando su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos. La historia de Fausto es la base de muchas obras literarias, artísticas, cinematográficas y musicales, dice Wikipedia.

La historia de Fausto se puede volver personal ya que casi TODOS somos exitosos y al usar medios digitales como un medio aspiracional, hacemos un trato con los dueños de las plataformas e intercambiamos nuestros datos por el uso de los placeres digitales mundanos.

El Fausto histórico, Johann Georg Faust, nació probablemente en 1480, el pacto que firmamos con Facebook, Instagram o WhatsApp nace en cada momento que nos hacemos devotos a estas redes.

Esta tarde, por ejemplo, para escribir este relato anduve navegando por Facebook e Instagram y me clavé 3 horas, y es que carajo, simplemente te atrapan.

Ya después con un poco más de conciencia y resistiéndome a ver mas videos que no tienen mucho sentido, me enteré que el diseño de las Redes Sociales no da felicidad a largo plazo pero sí en el corto plazo, esto es: en el día a día son una bomba y por eso podemos pasar sin ningún problema periodos de 30 a 45 minutos sin siquiera levantar la vista del teléfono.

Si a ustedes queridos amigos les ha pasado esto que les comento, como Fausto con el diablo, han firmado un pacto de entrega y que ciertamente no están solos.

Según Moment, una aplicación de seguimiento del tiempo con más de 4.8 millones de usuarios, la persona promedio pasa casi cuatro horas en su teléfono todos los días. Esa es la cuarta parte de nuestras vidas despiertas, y gran parte de ese tiempo se dedica a aplicaciones de redes sociales como Facebook, Instagram y Snapchat.

Les cuento que un par de creadores de estas herramientas no se sienten del todo bien porque esto pase, pero si muy contentos con el dinero que se embolsan, miren sus comentarios: “Siento una tremenda culpa … Creo que hemos creado herramientas que están desgarrando el tejido social de cómo funciona la sociedad”, dijo Chamath Palihapitiya, exvicepresidente de crecimiento de usuarios de Facebook, en noviembre pasado durante una charla en la Escuela de Graduados de Negocios de la Universidad de Stanford. Agregó que él mismo rara vez usa Facebook y que a sus hijos “no se les permite usarlas”;  las redes sociales “literalmente cambian su relación con la sociedad, entre sí”, dijo Sean Parker, presidente fundador de Facebook, en un evento en Filadelfia al mismo tiempo. “Probablemente interfiere con la productividad de maneras extrañas. Dios sólo sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos “; mientras tanto, el presidente ejecutivo de Apple, Tim Cook, ha dicho esto cuando se trata de su sobrino: “Hay algunas cosas que no permitiré. No los quiero en una red social “.

Pero, ¿porqué a pesar de que Fausto era un erudito de gran éxito decidió vender su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos?

¿Será por la misma razón de lo que sentimos cuando nos sabemos vistos o nos dan un Like en redes sociales?

Antes de cualquier cosa, les recuerdo que las Redes Sociales son un negocio y nada es gratis, los creadores querían engancharnos del principio para hacer dinero y si no me creen les recuerdo que el valor de mercado de Facebook superó los $ 500 mil millones antes del escándalo de Cambridge Analytica, entonces y a pesar de que dice su página de inicio: “Es gratis y siempre lo será” pues como que no hace mucho sentido, sólo que sea un sentido de negocio mas allá de lo natural como le sucedió al erudito Fausto: ya tenía conocimiento pero quería más de manera fácil y rápida, así nos sucede a los usuarios ya tenemos relaciones sociales orgánicas, pero queremos y también de manera fácil e inmediata.

¿Cómo Facebook ha llegado a esa valuación? Fácil, es de uso gratuito porque los usuarios no somos los clientes, los clientes son los anunciantes y nuestra atención es lo que de manera indirecta se vende: cuanto más tiempo pase en una plataforma de redes sociales, más oportunidades tendrá la plataforma para mostrarle anuncios. Cada minuto que pasas en las redes sociales es un minuto dedicado a ganar dinero para otra persona.

Están vendiendo nuestro tiempo, al igual que Fausto vendió su alma.

También cada minuto que pasamos dentro de la plataforma es un minuto dedicado voluntariamente a proporcionar datos que se pueden recopilar y vender, justo que lo que le pasaba al Fausto de Goethe que cada minuto que vivía era vida dedicada a quien ya le había vendido su alma.

Antonio García Martínez, ex gerente de producto en Facebook, escribe en sus memorias, que esa compañía es en realidad “el regulador de la mayor acumulación de datos personales desde el ADN”, además de registrar y analizar nuestras actividades, la empresa de redes sociales también recopila datos sobre muchas de nuestras otras actividades en línea, e incluso compra información de empresas de recopilación de datos, como Experian, sobre su vida fuera de línea. Esta información puede incluir, entre otros, sus ingresos, su historial de crédito, préstamos pendientes, sus límites de crédito y cualquier compra que haya realizado con una tarjeta.  

Facebook de nosotros y el diablo de Fausto lo saben todo.

El propio Facebook ha compartido numerosas “historias de éxito” de cómo las empresas han utilizado su capacidad de datos sociales para dividir, analizar y hacer predicciones de sus datos para dirigirse a grupos específicos de clientes.

El ejemplo menos honorable es el que involucra a Cambridge Analytica, en el que se alega que se usaron datos de Facebook (sin el conocimiento de los usuarios o de Facebook) para entregar anuncios dirigidos en apoyo de Donald Trump.

En la historia de Fausto el diablo ganó el alma y sobre todo el tiempo del erudito cuando éste acepto venderla, Facebook tiene nuestros datos, nuestra atención y NUESTRO TIEMPO cuando firmamos el pacto al ingresar a la plataforma.