Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

No crean, dijo alguna vez el Presidente López Obrador, que el gobernar tiene mucha ciencia, y dijo bien.

También se requiere oficio y sentido común.

El oficio se construye al convivir y entender la realidad real en la que vive la gente, aprender de cómo practican sus valores, cómo tejen sus redes para sobrevivir, cómo articulan sus condiciones para el futuro y cómo se alojan cada vez más en la fe y la esperanza, como energías motivadoras para que “algún día nos vaya mejor”. Así también se gestiona el sentido común, el sentido de todos, la dirección que le quieren dar a sus vidas y a sus comunidades, o cómo vencer las circunstancias que se los impiden o se los desvían.

Es correcto también que la política, una ciencia hecha y derecha, estudie las formas en las cuales los ciudadanos y sus familias toman decisiones que a todos afectan. Si se hace con honestidad es para apoyarlos, si se hace con la natural ambición de gobernar, casi siempre, será para controlarlos.

A veces, las ciencias se instituyen para eso y, en manos de la audacia y el atrevimiento, sus contenidos suelen ser mortales o al menos contradictorios.

Las grandes transformaciones en una nación no se lograrían si los líderes sólo atienden los dictados de la ciencia. Precisamente los motores de esta, la 4a. Transformación, sobrevienen de confundir que las decisiones para la vida de una nación se toman primero, desde el punto de la solidaridad con los demás. Después con las posibilidades de los recursos y su administración eficiente.

Y la eficiencia comienza por la honestidad y la transparencia.

Dan temor, promueven confusión algunas versiones de técnicos acerca de las de por sí limitadas posibilidades de la administración de recursos, que como dice la ciencia, siempre serán escasos y como se internan en las decisiones políticas actuales.

La verdad es que nadie debe ignorarlas. Primero, porque la opinión de un ciudadano es y será siempre importante, y segundo porque también es cierto que no se podrá gobernar bien sólo con saliva y buenas intenciones.

Pero lo primero es el derecho de las mayorías y aquí está claro, con ciencia o sin ella, las mayorías no han sido las beneficiarias del modelo de gobierno que se ha ido, que no resistió la tentación de basar sus decisiones políticas sólo en los recursos de la teoría y porque la parte de la teoría que utilizó sólo benefició a quienes tomaban las decisiones.

Eso es lo que hay que entender. El presidente fue electo por una enorme mayoría y su mayor grupo es precisamente el de los más necesitados que son los que claman una transformación que les coloque ahora como primeros beneficiarios.

Y el Presidente López Obrador lo está haciendo.

Y está asumiendo los costos y los riesgos que ello implica, aun a costa de su propia imagen.

La Revolución de 1910 se hizo por situaciones parecidas y destruyó mucho del anciano régimen para dar lugar a otra realidad que transformó el país en un largo periodo, pero que lo hizo fundada en el sacrificio de las mayorías. Ellas ya no están para esperar, tolerar ni perdonar más.