Una frase despectiva sobre la materia de educación física puede impactar la concepción del deporte de un alumno.

Por: Mariana Solana Filloy

Hace algunas semanas una mamá me comentó que su hija participaría en un concurso escolar de coro, por lo que tenía que ensayar horas extras. Al hablar con la directora sobre cómo se organizarían los ensayos para que su hija no perdiera clases la respuesta fue la siguiente: “Seguramente será durante sus clases de educación física y en la tarde en el horario de futbol, no importa que falte a deporte, es niña.”

En una pequeña frase podemos ver claramente estereotipos de género, pero también una concepción educativa errónea e inequitativa. La educación física o el deporte no son materias “relleno” de la malla curricular, sino parte esencial del desarrollo de los niños y jóvenes. Pensar que para las niñas es menos importante es como si dijéramos que matemáticas no importa para ellas o que un niño puede faltar a español sin problema.

Entiendo que perder unas clases de deporte no es algo grave, lo que sí es grave es la concepción que hay detrás del comentario de la directora, que seguramente permea sus acciones y decisiones cotidianas. La Secretaría de Educación Pública define la educación física como “una forma de intervención pedagógica que contribuye a la formación integral de niñas, niños y adolescentes al desarrollar su motricidad e integrar su corporeidad.”

Además, hace énfasis en las múltiples competencias que se desarrollan en este ámbito. El documento base de educación física indica que esta actividad “brinda aprendizajes y experiencias para reconocer, aceptar y cuidar el cuerpo; explorar y vivenciar las capacidades, habilidades y destrezas; proponer y solucionar problemas motores; emplear el potencial creativo y el pensamiento estratégico; asumir valores y actitudes asertivas; promover el juego limpio; establecer ambientes de convivencia sanos y pacíficos; y adquirir estilos de vida activos y saludables, los cuales representan aspectos que influyen en la vida cotidiana de los estudiantes.” (SEP, 2017)

La actividad física también estimula la conexión con tu propio cuerpo y forma parte esencial de la construcción de la autopercepción. Puede ser un espacio importante de desarrollo de seguridad y liderazgo, así como de creación de vínculos sociales.

Varias investigaciones estadounidenses han mostrado que la participación de las niñas en actividades físicas voluntarias disminuye conforme avanza su edad. Además, se han hecho estudios sobre el tipo de lenguaje y mensajes que utilizan los profesores de educación física con hombres y mujeres. La diferencia es clara, inclusive los minutos de atención y las instrucciones que reciben unos y otros son desiguales. Las exigencias de esfuerzo y precisión se enfocan en los niños, así como las expectativas de logro. En la mayoría de las ocasiones estas actitudes y formas de enseñar son inconscientes y responden a una concepción predeterminada y poco cuestionada.

Montserrat Moreno en su libro Cómo se enseña a ser niña: El sexismo en la escuela indica que “el lenguaje y la forma como se enseña no son imparciales, sino que están teñidos de ideología androcéntrica y contribuyen activamente a la formación de las pautas inconscientes de conducta en las niñas y niños.”

Si niñas y jóvenes reciben este mensaje constantemente, de manera consciente o inconsciente desvían su atención de las actividades físicas y disminuye la valoración que tengan de estas. Es natural entonces que abandonen estos espacios o cumplan con ellos como una exigencia sin encontrarle sentido alguno, o considerándolo sólo como un medio para conseguir una imagen física deseada. Esta perspectiva reduce la actividad física al mantenimiento de un peso o medidas corporales e invisibiliza todos los beneficios que tiene para el desarrollo integral de la persona.

Desde la escuela, ya sea como profesores de educación física, directores o cualquier función educativa que se desempeñe, debemos estimular la valoración y práctica de la actividad física como lo que es, un elemento esencial del desarrollo integral del ser humano como individuo y como ser social. Esto sólo puede lograrse a través de las acciones cotidianas, los comentarios que se hacen a alumnos y padres, los refuerzos que se dan y las actividades que se ofrecen.

No se trata de que todos sean amantes del deporte o atletas profesionales, sino de aprender a cuidar y valorar el cuerpo y de estimular un desarrollo integral saludable que impacte todos los ámbitos de la persona.