México tiene un pésimo gobierno y la mayoría de los ciudadanos sufrimos por ello. Hay crisis económica, desempleo, hambre, pandemia, inseguridad elevada… en fin: ¡hay muerte en México! ¿Y quién hace algo? El gobierno de López Obrador cuenta chistes y miente en las famosas “mañaneras”, porque la ignorancia y la inacción ocultan el rabo ante los problemas. ¿Y quién debe solucionar? Los mexicanos progresistas. La unidad de ideales de un pueblo sumido en la pobreza y la marginación y la fraternidad con todos los que quieran cambiar de fondo la realidad en que vivimos son el instrumento necesario para formar una gran alianza nacional que sume esfuerzos y le gane las elecciones a Morena el próximo año.

En julio de 2018, más de 30 millones de mexicanos votaron por López Obrador y los candidatos de Morena en todo el país. Así, ese partido logró la presidencia de la república, mayoría en la Cámara de Diputados, gobernadores, congresos locales y presidentes municipales. Muchos mexicanos creyeron en el sermón de “primero los pobres” y en el “no robar, no mentir y no traicionar”. El empuje de AMLO, su elevada aceptación, fue obra de aquellos que no supieron gobernar, que robaron y que mintieron. Y bajo ese capote de bondad y enemistad férrea ante esos gobiernos, que ya todos despreciaban, AMLO se convirtió, bajo el buen maquillaje que te dan cientos de millones de pesos en publicidad, en la imagen del “mesías” que todo lo cambiaría. Y ganó las elecciones e hizo ganar a los morenistas. Más tardó el PRI en reconocer su derrota que AMLO en asumir, de facto, el poder del Estado. Gobernaba desde su famosa “campaña de agradecimiento”, que era una campaña de odio y venganza contra quienes no comulgaron con él. Parte del pueblo, relamiéndose aún las mieles de haber sacado al PRI de Los Pinos, aceptaba ese discurso visceral y lo aplaudía. ¿Y los empresarios? Aplaudían. ¿Y la prensa? Aplaudía. ¿Y las redes? Eran las “benditas redes” de AMLO. Y era, dijeron ellos, un honor estar con Obrador. 

Los que sostuvimos que sus palabras eran promesa hueca y demostramos que AMLO era peor a los demás, fuimos acusados con toda la víscera de López, en adineradas campañas de prensa, fuimos los primeros en ser auscultados por la máquina de justicia lopezobradorista, la Unidad de Inteligencia Financiera de Santiago Nieto. Nada se demostró. Pero la campaña de calumnias fue amplia. La UIF y otras formas de aterrorizar son la sangrienta hacha del odio que aniquila lo que no sea lopezobradorismo. Es la guillotina de Morena. Es el poder del Estado contra los adversarios políticos. 

¿Y la solución a los problemas? ¿Y el cumplimiento de las promesas? ¿Y el primero los pobres? ¿Y el no robar, no traicionar, no mentir? ¡Pendiente!

López Obrador dijo que no robaría. ¡Cuánta corrupción se alberga en Morena! Ahí está la multimillonaria vida del director de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, y los sucios negocios con que su familia pretendía sacarle dinero al erario. ¿Y la ex lideresa de Morena, la tristemente célebre Yeidckol Polevnsky? Ella también se formaba en la fila que veneraba a López, le organizó una campaña ganadora y hasta puso como gobernador de Puebla a Barbosa Huerta… ah, pues ella, ¡es acusada por lavado de dinero! De acuerdo con quienes la denunciaron ante la Fiscalía General de la República, Polevnsky pagó 395 millones de pesos a dos empresas inmobiliarias por obras inexistentes. ¿A dónde se fue ese dinero? ¿Todo se lo robó la ex lideresa de Morena? ¿O se pagó, a destiempo, parte de la campaña publicitaria electoral? Se trata, pues, de un millonario robo al erario. Sigamos con otro ejemplo: hay un pseudointelectual lopezobradorista llamado John Ackerman que, desde La Jornada y Proceso, desde hace años defiende a López Obrador. Esa defensa la cobró caro ante la presidencia morenista: su esposa, Irma Eréndira Sandoval, es la secretaria de la Función Pública, o sea, otro de los brazos de represión usados por López Obrador contra los que lo critiquen… perdón, contra los sucios corruptos. Pero resulta que el “investigador” de la UNAM y su esposa, ambos predicadores de la austeridad republicana, mintieron en su declaración patrimonial. Un reportaje publicado en latinus.us reveló que su patrimonio inmobiliario es de 60 millones de pesos, cinco veces superior a lo que ellos reportaron en su declaración patrimonial. Y no sólo eso, sino que compraron cinco casas (que ahora tienen ese precio) cuando ellos era unos humildes profesores de la UNAM. ¡Han de pagar muy bien en CU! ¿O no? ¡Pues no! Irma Eréndira, luchadora contra la corrupción en México, mintió. ¿Y por qué mentir si todo era salario honrado? ¡Porque no es salario honesto! Así Morena y sus militantes. Hay más ejemplos, muchos más ejemplos, pero aquí la dejamos por el momento.

López Obrador dijo que no traicionaría al pueblo de México. Hace unos días, ante el cuestionamiento sobre su visita a Estados Unidos por órdenes de Donald Trump, el presidente mexicano dijo: “Voy a Estados Unidos para agradecerle, un agradecimiento al presidente Trump”. ¿En verdad algo le debemos agradecer a Trump? ¡Quizá el muro, la amenaza arancelaria, la orden de reprimir a los centroamericanos que pasan por nuestro país en busca de llegar al norte, las ofensas y los agravios a los mexicanos, el indignante tratado económico del T-MEC! ¡Todo eso va AMLO a agradecerle al presidente de Estados Unidos! ¿Y no es esto una traición a la patria, a los mexicanos? ¡Claro que sí! AMLO, que es “posneoliberal”, se arrodilla ante el neoliberalismo personificado.

López Obrador dijo que no mentiría. En 389 conferencias mañaneras, según un estudio reciente, Obrador ha pronunciado 27 mil 104 afirmaciones no verdaderas. Andrés Manuel es adicto a la mentira: un mitómano, y así gobierna y distrae al pueblo. Veamos un ejemplo. AMLO tuvo tres meses para alistar y preparar al país ante la pandemia del coronavirus, pero no hizo nada. Sus mayores actos de preparación fueron: “No es, según la información que se tiene, algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza”, dijo el 28 de febrero, cuando en varios países de Asia y Europa miles de gentes morían a causa del coronavirus, y en México ya se había registrado el primer caso. Hay quien dice que, por lo del coronavirus, no hay que abrazarse. Pero no pasa nada”, dijo el 17 de marzo, cuando México ya sufría las consecuencias del virus y comenzaba a colapsarse el sistema sanitario de la capital y algunas ciudades grandes. “Vamos bien, porque se ha podido domar la epidemia”, dijo el 26 de abril. Pero llevamos dos meses de la “domación de pandemia” según el presidente y vemos que cada día se infectan miles y mueren miles más. ¿Y no es algo terrible, como decía AMLO? ¡Que se lo diga a los familiares de los muertos por covid! Ya verá lo que le responden.

Morena y López Obrador hacen lo mismo que criticaron cuando gobernaban otros y son capaces de hacer más: nos roban, traicionan y mandan primero a los pobres a morir de coronavirus con sus llamados al beso y el abrazo. AMLO está matando al pueblo mexicano también por el hambre y el desempleo que la gente enfrenta en profundo desamparo.

Pero hay un remedio, que no incluye mesías y sí organización de la gente: ya vienen las elecciones de 2021 y ese será un momento clave para arrebatarle, democráticamente, importantes lugares de poder al morenismo, principalmente en la Cámara de Diputados, que ahora es usada en su provecho. Formemos una gran alianza nacional con todos los mexicanos progresistas y ganemos las elecciones de 2021. Nuestra vida y el bienestar de los mexicanos dependen de ello. No lo olviden.

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