Economía y Política

Una de las diferencias entre el actual brote de Covid-19 y el que se diera, hace 10 años, de H1N1 fue que, en el caso del segundo y más allá de las características propias de los virus, sus mecanismos de transmisión, resiliencia, mortalidad o virulencia, el trabajo combinado de sociedad y gobierno (de los tres niveles y en sus tres órdenes) permitió su contención en México. Partiendo de este hecho, siempre he supuesto que México está mejor preparado que el resto del mundo para hacer frente al actual brote de coronavirus y la sociedad mexicana más sensibilizada sobre la importancia de las medidas de contención.
Sin embargo, estos 10 años han significado cambios en el país. Y no todos han sido necesariamente para bien.
Por principio de cuentas, y como se ha señalado en un sinnúmero de ocasiones en este y otros espacios, la economía no es ni de lejos tan sólida. Si bien es cierto que hace 10 años padecíamos los efectos de la crisis financiera internacional de los subprimes o bonos chatarra, siempre se reconoció como una crisis “importada” que poco tuvo que ver con el manejo económico del país y, de hecho, pese a la caída en el PIB el gobierno fiscal nunca se quedó sin espacio fiscal. 
A diferencia de aquel entonces, hoy la combinación de decisiones de política económica cuestionables, la crisis de confianza generada desde Palacio Nacional, la caída en la inversión productiva y la incapacidad del país para crecer, tienen al gobierno federal sin margen de maniobra para responder tanto a la crisis sanitaria como a su impacto económico que, si bien aún no con toda su severidad, empieza a sentirse. 
De hecho, las perspectivas económicas para 2020 están en terreno negativos y algunas, como la de Credit Suisse, enciende alarmas con -4% de decrecimiento en el PIB para este año.
El gobierno federal, perdido en contradicciones que el Covid-19 magnifica. Incapaz de convencer a su propio Presidente sobre la seriedad del actual brote de coronavirus y la importancia de las medidas preventivas, como el aislamiento social, para frenar la propagación. Consciente pero, al parecer, impotente ante el riesgo de un eventual colapso de la infraestructura instalada de los servicios de salud con todo y su incapacidad, que se venía arrastrando, de contar con soluciones financieras y logísticas al desabasto de medicinas.
En los estados, respuestas muy dispares. Por un lado, gobiernos que decidieron usar su propio margen de maniobra fiscal y capacidad ejecutiva para ir un paso delante de la Federación, como es el caso de Jalisco y Yucatán; y, por el otro, gobiernos tibios y dubitativos que terminan por reconocer a regañadientes la gravedad de la situación arriesgándose a ir contra la irresponsabilidad del Ejecutivo federal, pero buscando de manera burda chivos expiatorios y desempolvado el expediente setentero de culpar a los empresarios por ineficacias propias.
Mientras tanto, la sociedad civil tratando de ir más allá de la indolencia gubernamental, luchando contra la desinformación que inunda las redes sociales y el riesgo de las histerias colectivas alentadas por información falsa y tendenciosa o, en su defecto, por la burda desinformación. Pleitos de sobremesa sobre la obligación de ir o no a trabajar ante el silencio, irresponsable, y quizá hasta criminal, de las autoridades laborales que van como si fueran la divina garza sin manchar su albo plumaje en el lodo de la emergencia sanitaria.
No estamos tan bien preparados como lo estuvimos hace 10 años y desaprovechamos los primeros meses del año para hacerlo. Sin embargo, sigo confiando en México. Sigo apostando por esa sociedad civil que en los sismos de 1986 y 2017 no necesitó esperar al gobierno para sacar lo mejor de sí y responder, con nobleza y solidaridad, ante un desafío que amilanó al resto del mundo, pero nunca a los mexicanos. Ese es el país en el que creo y en el que confío en 2020.

Otros pecadillos

Dos apuntes ñoños pero necesarios: la responsabilidad y la solidaridad también abarcan lo que compartimos y cómo compramos. 
Todos estamos preocupados, pero difundir información que no es verificable y no proviene de fuentes oficiales sólo contribuye a la histeria colectiva y la desinformación. No lo hagan. Si necesitan información fidedigna pueden visitar la página de la Organización Mundial de la Salud (WHO) en español: who.int/es.
Eviten las compras de pánico. Piensen que con cada producto innecesario que compran por pánico colectivo no sólo es dinero que gastan a lo menso: es un producto que una familia de menos recursos, que sí lo necesita y que vive y compra al día, no va a encontrar. 
 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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