La elección de junio de 2021 está enmarcada para llevar al otrora poderoso PRI —prácticamente— a la extinción, o convertirse en un partido político de “tercera división” al servicio del PAN o de Morena para poder sobrevivir y no perder su registro.
Y entre más transcurren los años… el tricolor va diluyéndose y evaporándose en cada proceso electoral, donde la brutal corrupción, cacicazgos e ínsulas de poder lo llevaron al colapso y la ciudadanía terminó por darle la espalda.
Panorama que se torna trágico y aterrador —electoralmente hablando— el año venidero.
Veamos.
De las 15 gubernaturas en juego: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas, perderá casi todas; y si bien le va, retendrá dos o tres.
De esas 15 entidades en disputa, el PRI ostenta la titularidad en ocho: Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas, las cuales perderá; y con escaso margen de probabilidad retendría Sonora y Tlaxcala.
Y de los 46 diputados federales que detenta en la LXIV Legislatura, se prevé retengan 20 espacios en la Cámara baja.
La lección de 2000, cuando pierde por primera vez la Presidencia de la República, ni la de 2006, fueron aleccionadoras para el PRI y su cúpula.
Llega 2012, las y los mexicanos le dan una nueva oportunidad al PRI y reconquista Los Pinos con Enrique Peña Nieto.
Más gozo se fue al pozo y en 2018 Peña Nieto entrega la banda presidencial al primer mandatario de izquierda en México, Andrés Manuel López Obrador.
Esa es la triste realidad del Revolucionario Institucional, que durante más de 70 años gobernó el territorio nacional de manera hegemónica, como partido único y sin oposición.
Y del mando militar pasó al mando civil.
Transición tersa del poder presidencial del general Manuel Ávila Camacho a
Miguel Alemán Valdés en 1946.
Fotografía de 1946 que se repite 72 años después… 2018 cuando Peña Nieto cede la silla de Palacio Nacional a López Obrador.

PRI DE PUEBLA, EN RUTA DE EXTINCIÓN
La ruta de conversión de elefante a cola de ratón del PRI se repite en la dirigencia estatal del Revolucionario Institucional en Puebla, cuya disputa por el esqueleto del CDE ha llevado a no tener un presidente formal desde 2016.
Isabel Allende fue electa en 2015 y entregó la estafeta al interino Jorge Estefan Chidiac, quien a su vez la cedió a Lorenzo Rivera.
Y en febrero de este año arribó el veracruzano Américo Zúñiga Martínez como presidente-delegado.
Hecatombe priista que inicia en 2010 al perder por primera vez Casa Puebla ante el panista Rafael Moreno Valle Rosas, quien derrota a Javier López Zavala, delfín del mandatario saliente, Mario Marín Torres.
En 2013, el PRI es arrasado por el morenovallismo en las alcaldías y Congreso del estado, que por única vez fueron de cuatro años y ocho meses, para empatar la elección de gobernador con la de Presidente de México en 2018.
Historia que se repite en la mini gubernatura de 2016 al ganar José Antonio Gali Fayad a Blanca Alcalá.
Símil que se da en los comicios de 2018 cuando gana Martha Erika Alonso Hidalgo y el tricolor Enrique Doger Guerrero se va al tercer lugar de la votación.
El panorama desolador priista continúa en la elección extraordinaria de 2019 —por el fallecimiento de Alonso Hidalgo el 24 de diciembre de 2018— al ganar Luis Miguel Barbosa Huerta el palacio de gobierno y llevar a Morena a conseguir su sexta gubernatura.
Ahí el PRI con Alberto Jiménez Merino ocupó también la tercera posición electoral.
Lo que lleva a 10 años consecutivos de derrotas del PRI, donde ha estado cuatro veces en juego el poder del gobierno: 2010, 2016, 2018 y 2019.
Y ante el eminente 2021, donde estarán en disputa 217 presidencias municipales, 41 diputaciones locales y 15 federales, se vislumbra otro rotundo fracaso del Revolucionario Institucional.
La desmedida ambición de Jorge Estefan Chidiac, Enrique Doger Guerrero, Lorenzo Rivera, Juan Carlos Lastiri Quirós, Javier Cacique y compañía, está por echar una palada más al ataúd tricolor.
Lo que es peor, y más grave, con la complacencia y anuencia del “poderoso” dirigente nacional del PRI —AlitoAlejandro Moreno Cárdenas, que está más preocupado, y ocupado, en no tocar ni con el “pétalo de una rosa” a Morena como a su líder moral Andrés Manuel López Obrador.
Por ello el priismo se pregunta:
¿Alito dejó el gobierno de Campeche para terminar la obra de colapsar y fundir al PRI?
¿Dónde está la poderosa pareja —“hermanitos”— Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón?
¿Dónde está el poderosísimo grupo Atlacomulco de Edomex?
¿Quién salvará de la extinción al Revolucionario Institucional?
Al tiempo.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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